Los propietarios de esta casa buscaban una vivienda de fin de semana que, sin renunciar a una expresión inequívocamente contemporánea, mantuviese ecos de la arquitectura popular de la región del Alentejo, con sus tejados a dos aguas y sus fachadas de cal blanca.

Además, el proyecto debía atender a dos condicionantes del solar: por un lado, su forma triangular que, al aplicar las distancias legales de retranqueo, dejó el perímetro de la planta prácticamente definido. Y por otro, su ubicación en el área de transición entre la zona urbanizada y los terrenos agrícolas protegidos, lo que suponía una importante contradicción: las vistas más interesantes están al norte, en dirección al campo abierto, pero la luz más abundante es la de orientación sur, donde se ubica la calle de acceso con el tráfico de coches y personas. La respuesta de los arquitectos ha consistido en cuatro patios para introducir luz natural y dirigir las vistas: uno central, uno en el salón, uno junto a los aseos, y uno frente a las habitaciones infantiles. Con orientación norte, las ventanas de estos patios se dirigen hacia el paisaje mientras que la fachada sur, desprovista de huecos, se transforma en un gran faldón de cubierta de gran abstracción, asegurando la intimidad de sus ocupantes.