Situado entre el río Duero y el océano Atlántico, el barrio de Oporto donde se encuentra este bloque residencial corresponde al área por donde la ciudad se extendió más allá de las murallas medievales a lo largo del siglo XVIII. El tejido urbano de esta zona es producto de las parcelas largas y estrechas en que se subdividieron durante este periodo los terrenos periféricos para adaptar la urbanización a la ondulante topografía de valles y colinas. Se trata de casas también largas y estrechas construidas con elementos de piedra tallada cuyas dimensiones condicionan las de los huecos exteriores. El resto de la fachada suele estar revestido con azulejos, planchas metálicas y pizarra.

Este edificio sigue la misma tradición, no desde un enfoque mimético, sino como principio constructivo. La estructura de piedra se ha sustituido por perfiles metálicos, mientras que se han conservado los revestimientos de zinc y pizarra. Al igual que en las construcciones tradicionales, es la estructura la que condiciona las dimensiones de todo el proyecto, desarrollado sobre la base de una estricta geometría que se manifiesta hasta en los más pequeños elementos. Compositivamente, el inmueble está formado por dos bloques desplazados en planta el uno respecto al otro, en una disposición que crea sendos patios, uno pequeño a la calle y uno grande al interior de manzana. Una torre de comunicaciones verticales cose ambos volúmenes y se prolonga por encima de la cubierta del más alto de ellos. Los pequeños cuerpos técnicos adosados a los laterales de esta torre y los retranqueos de las últimas plantas en la fachada principal contribuyen a enriquecer el remate escalonado del edificio y acentuar el contraste con la trama rectangular de la estructura. Aunque esta malla iguala la imagen exterior de las siete viviendas del bloque, la distribución interior de las mismas aprovecha las pequeñas diferencias de dimensiones entre los volúmenes para ofrecer una cierta variación tipológica.

En la selección de materiales domina el metal de los perfiles estructurales de acero, las carpinterías de aluminio y las chapas acanaladas de zinc que forman los antepechos de las ventanas en la fachada principal y los paños ciegos de la torre de comunicación. Los estores de lamas también metálicas contribuyen, cuando están bajados, a reforzar la imagen geométrica y abstracta que el edificio ofrece a la calle. Como contraste con la frialdad del metal y el vidrio dominantes, la pizarra en lajas escamadas y los paños ciegos enfoscados de los alzados laterales ofrecen una nota de calidez y actúan como conexión con las texturas contiguas.