El edificio se sitúa en los jardines de una casa de estilo neoclásico de principios del siglo xx en la ciudad de Oporto. Para no alterar la identidad histórica del recinto, ya consolidado, la nueva construcción ocupa una posición perimetral, desdoblando el muro de cierre al que reemplaza en dos muros paralelos de granito entre los que se desarrolla el centro. Tres esculturas, que no han llegado a materializarse, puntuarían sus accesos: la primera debía descansar sobre el muro de cierre que arranca del jardín y que entra perpendicularmente en el auditorio definiendo su escenario; la segunda se situaría en la entrada a la sala de exposiciones y serviría como emblema del centro; la tercera, por fin, ocuparía el espacio que media entre el centro y la torre de nueve plantas aneja, con el muro de la cinemateca como telón de fondo.

La entrada al edificio se sitúa en paralelo a la directriz principal del proyecto, en el muro que limita con el jardín, junto a una pequeña escalera: una composición que, si bien puede recordar a algunos proyectos de Mies van der Rohe, se inspira sobre todo, según palabras del autor, en el Danteum de Terragni. La puerta de acceso, de vidrio espejado, esconde el espesor del forjado acentuando la independencia compositiva de los muros pétreos, además de reflejar la puesta de sol y las copas de los árboles en el ascenso. Dentro del vestíbulo de distribución, donde también se desarrollan las exposiciones, las vistas se orientan a la ciudad y no tanto al jardín de la villa para no distraer a los visitantes. Dentro del vestíbulo destaca la presencia de un paramento de hormigón azul que es al mismo tiempo un tabique, un mueble y una escultura que no toca el suelo ni el techo, evitando así transformar la galería en un pasillo y manteniendo la unidad espacial del ámbito. Tras este tabique escultórico se sitúan una escalera que conduce a una sala en planta sótano, los espacios de administración y una pequeña biblioteca, mientras que sus extremos se orientan a los accesos al auditorio y la cinemateca. La escalera, ligera, está realizada con un armazón de metal y peldañeado de madera.

Si en el exterior la piedra es protagonista, en clara resonancia con las preexistencias y con el entorno, en el interior muchos paramentos se cubren de revoco o de ladrillo visto, generando una atmósfera más neutra. La piedra ha sido recuperada, en parte, del propio parque, mientras que el vidrio reflectante reproduce los frondosos árboles circundantes, contribuyendo a integrar la construcción en su singular emplazamiento histórico con una presencia tan discreta como sólida y rotunda.