Flaqueando la entrada a la renovada isla de Java, los dos edificios de apartamentos ocupan la zona liberada gracias a la transformación urbana de los antiguos muelles de Amsterdam. Esta operación, promovida por las autoridades de la ciudad en los años ochenta con la pretensión de revitalizar el área del viejo puerto y dar cabida a la demanda residencial del momento, ha transformado por completo la naturaleza del lugar, que conserva sin embargo cierto «perfume» portuario. En el punto en que la isla recibe la vía de acceso desde los antiguos diques, los dos volúmenes miran hacia el brazo de mar que los separa del continente recordando con su imagen de ladrillo rojo la existencia pasada de los viejos almacenes del puerto.

Generando espacios públicos diversos —la visión interrumpida del mar y la presencia de edificios tradicionales complementan la nueva urbanización—, los dos volúmenes se construyen con una modulación similar que los identifica como fragmentos de un mismo bloque seccionado por el inevitable tránsito de los vehículos que entran en la isla. En el lado occidental, el bloque mayor —140 metros en su lado más largo— parece emerger del agua como una prolongación en altura de la estructura que sustenta el muelle. La modulación de huecos y estructura se repite a lo largo de sus siete alturas, por debajo de las cuales se eleva, a modo de plinto, una planta baja con vanos de módulo doble que alberga locales y accesos. En las caras norte y sur parte del edificio se retranquea para crear a sus pies sendos espacios de acogida: en la plataforma norte, que enlaza con la vía rodada de acceso, una superficie de pavimento gris se utiliza como aparcamiento de bicicletas, mientras que en la zona sur, un pretil de ladrillo separa la enorme terraza de madera creada para contemplar el mar. El programa de 127 viviendas se resuelve con cinco núcleos verticales que dan paso a unidades de una o dos orientaciones, donde las piezas de servicio se agrupan para permitir un espacio diáfano presidido, gracias a los grandes huecos, por la visión del espacio exterior.

Algo más apartado respecto al borde, el segundo edificio cambia su mirada a través de una fachada en la que la superficie de ladrillo predomina frente al vidrio, alejando la visión del mar y permitiendo el encuentro con la arquitectura tradicional de edificios cercanos. Sus 45 viviendas se distribuyen alrededor de un patio central perfilado en sus seis alturas por las galerías de acceso, al que se llega tras atravesar el gran porche, que rompe la simetría exterior del volumen en su encuentro con la ciudad...[+]