Un castillo de arte
Museo de Arte de Moritzburg, Halle
¿Puede una imagen contener implícitamente un espacio o una idea arquitectónica, puede ocultar el proyecto que un día habrá de transformar aquello que representa? Como algunos cuadros que se reflejan a sí mismos en el lienzo, o como un libro de libros que fuera matriz de la literatura en su conjunto, ¿puede una obra arquitectónica actuar como espejo de otra de la que se apropia? Nuestra intervención en un antiguo castillo alemán surgió de esa extraña ficción: una arquitectura como texto escrito (construido) por otros, en otro tiempo, para otras funciones, que sin embargo lleva implícita la ley de su propia transformación. Dos obras expuestas en el Museo de Moritzburg en la ciudad sajona de Halle provocaron el arranque del proyecto: un óleo de Carl Triebel (1850) que representa los muros de la fortificación en ruinas y una vista de las cubiertas de la Marienkirche que pintó Lyonel Feininger (1930) durante el tiempo en que llegó a tener su taller en una torre del propio castillo. El cuadro romántico representa los muros y una torre del edificio arruinado, tal como quedó tras la destrucción que sufrió en la Guerra de los Treinta Años. Feininger nos muestra la iglesia de Santa María, en Halle, ciudad en la que residió y donde pintaría algunas de sus mejores obras. Las cubiertas, muy inclinadas, descompuestas por el ojo del artista en múltiples planos triangulares se funden con un cielo fragmentado hacia donde apunta una inquietante flecha. La ruina y las cubiertas representadas en estos dos cuadros parecen remitir a dos condiciones opuestas: la voluntad de fundirse con el lugar por una parte, y la aspiración a elevarse por encima para alcanzar una imposible ingravidez. Los muros masivos del castillo se anclan en el terreno sobreviviendo a guerras e incendios; los tejados apuntan hacia lo alto pretendiendo vencer la fuerza de la gravedad: una síntesis de la oposición arquetípica esencial en que se genera toda arquitectura...