Gabinete de curiosidades
Revisando a Richard Buckminster Fuller
Mencionar a Richard Buckminster Fuller es mencionar a un amateur que quiso cambiar el mundo, es evocar a un visionario comprometido con el fatigoso oficio de sorprender sin descanso, de reiterar los asombros. También es evocar la idea no menos fatigosa de la arquitectura como el arte de la innovación continua y la del arquitecto como un especialista en anticipar el futuro, como un profeta. Es evocar incluso las décadas de la boyante tecnocracia y del consumismo glotón, los años aburridos y felices del desarrollismo en Occidente circa 1960 que hoy contemplamos con nostalgia desde nuestros tiempos interesantes y turbios... Las anteriores son todas evocaciones que se compadecen bien con Fuller, pero que no terminan de explicar el poderoso atractivo que sigue teniendo un personaje que hoy se ve tan anacrónico. Un personaje que fue menos ducho en innovar o anticipar el futuro que en fracasar. Fracasar con talento, sin duda, pero fracasar al cabo...
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