La conmemoración de los centenarios de personas ilustres no deja de ser la versión tardía de la tradición de homenajear a los poderosos o una versión culta de la celebración de los cumpleaños infantiles, además de síntoma de las supersticiones contemporáneas, que son más bien estadísticas. Pero a veces tienen la virtud de favorecer cierta justicia poética —siempre es poética la justicia post mortem—, que saca del limbo a personajes injustamente tratados en su época o sitúa en su lugar a quienes no fueron considerados con el favor que merecían.
En buena medida es el caso de José María García de Paredes, un arquitecto muy respetado pero tal vez demasiado circunscrito por muchos a su faceta de especialista en auditorios, pese a haber sabido construir una trayectoria compleja y rica que ahora una excelente exposición en el Museo ICO saca a la luz para incardinarla en el panorama de la arquitectura española de la segunda mitad del siglo XX...[+]