Libros  Exposición 

Matadero o Babel

Bellido and Palacios in Madrid

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Matadero o Babel

Bellido and Palacios in Madrid

Eduardo Prieto 
16/02/2022


La maestría también se da por tonos. Aunque nuestra educación tardorromántica nos haga preferir los maestros mayores —los héroes de la arquitectura cuyo lenguaje es intransferible—, los maestros menores resultan más interesantes cuando lo que se pretende entender son menos las personas que los tiempos. Libres de las manías del ego, los maestros menores dan mejor el tono de la época.

Luis Bellido fue uno de estos maestros menores. Formado en los tiempos pragmáticos del eclecticismo, no tuvo un estilo propio; de hecho, ni siquiera fue fiel a un lenguaje. Como tantos arquitectos de su época, ligó la función con el carácter y el carácter con el ornamento, de manera que cada edificio, sin dejar de ser singular, pudiera inscribirse en las exigencias del decoro. Esta flexibilidad estilística era el resultado de un rigor normativo que a los arquitectos de hoy nos cuesta entender, adoctrinados como estamos en la idea moderna y a la vez arcaica de que la arquitectura debe por fuerza ser fruto de la innovación. Por ello nos sentimos distanciados del tipo de arquitectos que tan bien encarna Bellido: la de aquellos profesionales de talento que, sin salirse de su época merced a un poderoso sello personal —o quizá precisamente por ello—, tuvieron carreras en extremo fecundas y relevantes.

Dar cuenta de la importancia de Bellido es, precisamente, el propósito de ‘Luis Bellido. Arquitecto municipal de Madrid (1905-1939)’, la excelente exposición que, comisariada por Javier Mosteiro, puede visitarse en el Centro Conde Duque de la capital. Una muestra que se complementa con un riguroso y cuidado catálogo homónimo, repleto de documentación original y sostenido por ensayos de calidad, que es, en rigor, la monografía más completa que hasta el momento se haya dedicado a Bellido.

El volumen no solo nos introduce en las historias personales y profesionales del arquitecto nacido en 1869 —sus años en Galicia y Asturias, su consagración en la capital, su ingreso en la Academia de Bellas Artes de San Fernando—, sino que nos hace palpar la pulsión de la época. En especial la pulsión del Madrid donde Bellido fue arquitecto municipal durante muchos años: una ciudad en crecimiento y con ansias de renovación, ávido al mismo tiempo de representación monumental y de reformismo higienista. Fueron dos avideces a las que supo dar respuesta Bellido: al monumentalismo burgués, por medio de sus inmuebles en los ensanches, con su hábil mezcla de referencias parisinas y españolas; y al higienismo, a través de sus construcciones más utilitarias, donde el arquitecto ensayó un fértil racionalismo mudéjar —despojado pero decoroso—, cuya calidad se constata en edificios como el Mercado de Tirso de Molina o el Matadero de Madrid.

En la capital acelerada y pronto trágica de las primeras décadas del siglo XX, Bellido coincidió con un arquitecto más joven y talentoso, un maestro en tono mayor cuyo lenguaje habría de deslumbrar durante un tiempo: Antonio Palacios. Si la aportación de Bellido a Madrid tuvo una gran relevancia, aun mayor fue la de Palacios, un artífice dotado de una insultante facilidad formal y que tuvo la rara virtud de conectar con el imaginario burgués y aun de construirlo. Lo hizo sobre todo por medio de sus obras en el eje Alcalá-Gran Vía: el Palacio de Comunicaciones, el Banco Español del Río de la Plata y, sobre todo, el Círculo de Bellas Artes, ese pequeño zigurat metropolitano que, por su lobotomía y su cisma vertical, haría hoy las delicias de Koolhaas.

Al Círculo de Bellas Artes se consagra Arquitectura de un palacio sin tiempo, un cuidadoso volumen publicado al calor del centenario del proyecto. Con rigor documental y tino narrativo, su editor, Delfín Rodríguez, da cuenta de la compleja historia del concurso que propició la obra, amén de su desarrollo y ejecución, y enriquece esta meticulosa labor disectora indagando en apartados más específicos pero no menos interesantes, desde el papel simbólico del Círculo en el contexto de una metrópolis naciente hasta la abundante iconografía generada por un edificio que fue polémico desde el principio y al que, no en vano, Federico García Lorca dedicó un célebre soneto burlesco: «Ya lo sabes, Palacios, ¡gran patricio!, que a Babilonia antigua has resurrecto».


Libros reseñados:

Luis Bellido

Arquitecto municipal de Madrid (1905-1939)

Arquitectura de un palacio sin tiempo

El proyecto de Antonio Palacios para el Círculo de Bellas Artes

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