La arquitectura de RCR (Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramón Vilalta) combina la rauxa romántica con el rigor racional. Basados en Olot, la capital de la Garrotxa —una comarca catalana prepirenaica, de antiguos volcanes y amenos paisajes que han atraído a pintores, origen de su vetusta industria de imaginería religiosa—, en apenas dos décadas han construido en la región un conjunto de obras con un lenguaje singular que reúne la pulsión romántica de comunión con la naturaleza y búsqueda de lo sublime en el despojamiento extremo, con el empeño racional de rigor geométrico, composición abstracta y depuración constructiva en el refinamiento de unos detalles que ensamblan materiales de violenta tactilidad. Es una arquitectura esencial y a la vez elocuente, reductiva como corresponde a lo que el lenguaje popular denomina minimalismo, y al tiempo expansiva en su diálogo horizontal con el paisaje, que se enmarca o se perfora con decisión. Decía Julius Posener de su maestro Hans Poelzig que éste menospreciaba «cualquier arquitectura que no pudiera dibujarse con orina en la nieve», y las de RCR se conforman con la misma economía expresiva, que va desde los trazos del pincel en la primera acuarela —apocopados como un ideograma— hasta la intervención física de los arquitectos en el movimiento de tierras, la colocación de los bloques basálticos o el rizado de las bandas de acero, en una action architecture que se resume en gestos...[+]