Enraizados en su historia familiar, los barceloneses Enric Batlle y Joan Roig son jardineros y albañiles, diestros a la vez en el diseño de paisajes y en la construcción de arquitecturas. Formados con Rafael Moneo y Elías Torres, asentaron su trabajo sobre el doble soporte de la conciencia del lugar y la responsabilidad del oficio. Arquitectos del paisaje y paisajistas de la arquitectura, la fidelidad simultánea a su territorio geográfico y a la disciplina profesional les ha permitido completar un extraordinario conjunto de jardines y parques metropolitanos que amalgaman su sabiduría topográfica, climática y botánica con la inteligencia crítica del paisajismo contemporáneo, la estética subversiva del Land Art y las lecciones intemporales de la agricultura; y llevar a término una multitud exigente de edificios residenciales, escolares, deportivos, culturales, comerciales, industriales y administrativos, que por ahora se culminan en sus exactas construcciones para la logística de la moda.
Con casi un centenar de personas en el estudio de Esplugues de Llobregat, Batlle y Roig han adquirido una dimensión que les permite ser sumamente versátiles, abordando proyectos de muy diversa escala y naturaleza, en una variedad de campos que abarca desde el urbanismo y el paisaje hasta la edificación y el diseño, y en un ámbito de actuación que desborda Cataluña para extenderse por el resto de la península y los grandes concursos fuera de España. Incardinados en el dominio de lo público, al tener esta condición sus encargos primeros y sus convicciones cívicas, los socios catalanes han sabido adaptarse a un panorama profesional en mutación, incorporando con sentido estratégico un número importante de clientes privados y utilizando la Gran Recesión que tanto ha dañado al ejercicio de la arquitectura como un estímulo para la diversificación y la internacionalización, añadiendo así la competencia empresarial a sus muchas destrezas en el terreno del proyecto.
Richard Ingersoll asegura que desde Olmsted «ningún estudio de arquitectura ha tenido un impacto tan profundo en la conformación de la geografía de una ciudad». Es un juicio significativo, y más aún al provenir de un historiador y crítico que conoce íntimamente las transformaciones urbanas de los dos últimos siglos. Acaso por ello merece la pena leer con atención las notas autobiográficas de Joan Roig, que describen con lucidez el trayecto profesional de la oficina en el contexto político e intelectual de las décadas recientes, un itinerario que les ha convertido en intérpretes de esas pulsiones de la vida colectiva. En su texto programático, donde defiende la continuidad ecológica y social de las ciudades, Enric Batlle menciona su encantada sorpresa al descubrir un rebaño en su regeneración vegetal de una ruina moderna: las del Foro Romano tuvieron su Campus Vaccinus, pero estos jardineros y albañiles han sabido también crear un Campus Ovinus en el corazón de la metrópolis.[+]