Ni me amordazaron ni me vendaron los ojos, pero durante dos días conviví con un grupo de extremistas de la arquitectura, en el horizonte perdido de Olot. La pequeña ciudad se sitúa entre volcanes extintos a los pies de los Pirineos, entre Cataluña y Francia, a una hora y media de distancia del norte de Barcelona y media del oeste de Gerona. Aunque mis anfitriones se hacen llamar RCR Arquitectes, pronto me di cuenta de que bien podrían ser los líderes de una sociedad secreta probablemente llamada ‘los Hijos de Vulcano’. Su misión, parece ser, consistiría en reducir el mundo de lo construido a formas austeras, semejantes a esculturas minimalistas en el paisaje, mediante el uso de materias primas como la piedra local, el acero cortén y el vidrio transparente. En sus esfuerzos por purificar la arquitectura han invitado a los habitantes de sus obras a vivir de un modo diferente, inspirados por las reglas de una existencia espartana...
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