Este número es una deuda largamente aplazada. La revista AV dedicó una monografía a Álvaro Siza en 1993, y al año siguiente otra al conjunto de la escena portuguesa, mientras Arquitectura Viva hizo a Portugal tema de portada en 1998. Desde esta fecha la actualidad del país vecino se ha tratado sólo de forma dispersa, así que ya venía siendo hora de reflejar en un número la formidable calidad de un panorama arquitectónico tan plural como cambiante. Lo mismo que en España, en Portugal la tradición moderna no comienza con la Revolución de los Claveles y la democracia, pero nuestra propia corta vida editorial ha acotado la labor de registro a este periodo, y muy singularmente a las dos décadas más recientes.
El AV de Siza glosaba su obra desde los inicios en Matosinhos en los sesenta, y daba cuenta de su compromiso con la revolución de 1974, pero sobre todo recogía los proyectos concebidos a partir de 1984, cuando su Bonjour tristesse de la Alt IBA berlinesa lo convirtió en una figura internacional; igualmente, el AV ‘Portugueses’ se iniciaba con la crónica de veinte años de arquitectura en libertad, pero lo publicado eran obras recientes proyectadas por estudios de Oporto o Lisboa, extendiendo el interés suscitado por la escuela aglutinada en torno a Távora, Siza y Souto de Moura hacia el paisaje variado de la capital, una tendencia confirmada por el número de Arquitectura Viva con la rúbrica de ambas ciudades.
Tras el ingreso en la Unión Europea en 1986 —al mismo tiempo que España—, los noventa vieron el esplendor de Portugal, con el premio Pritzker de Siza en 1992, la culminación del Centro Cultural de Belém en 1993, a tiempo para la capitalidad cultural de Lisboa en 1994, y la Lisbon Story de Wim Wenders en 1995, creando una sensación de euforia que se extendería hasta la Expo lisboeta de 1998 y la adopción del euro en 1999. Pero a partir de esta fecha las cosas se torcieron, la disciplina económica se relajó y el país entró en una etapa de estancamiento más dolorosa por más inesperada, ya que no afectó a España de igual modo, interrumpiéndose un trayecto común de regeneración política y material.
La capitalidad cultural de Oporto en 2001 pasó casi sin pena ni gloria, y hasta la Casa da Música que debía marcar la efemérides se retrasó cuatro años, terminándose incluso después que los estadios de la Eurocopa 2004, un evento que siguió a la desmoralización social causada por el escándalo de la Casa Pia. Entre 2002 y 2006, Portugal ha crecido a un 0,5% anual, 2,5 puntos por debajo de España, su principal socio comercial, con un importante déficit tanto en las cuentas públicas como en la balanza de pagos, una baja competitividad que acusa la hipertrofia del sector público y el elevado fracaso escolar, y una crisis inmobiliaria que, sumada al actual recorte de la inversión, afecta marcadamente a los arquitectos.
Pero el espíritu de reforma con que han llegado al poder tanto los socialistas de José Sócrates que ganaron las legislativas de 2005 como el presidente conservador Aníbal Cavaco Silva —que ya dirigió el gobierno entre 1985 y 1995—, elegido en 2006, dibuja un futuro de recuperación económica y social que está mostrando sus primeros frutos. La persistente saudade de este país atlántico, agraciado con un patrimonio urbano y paisajístico de excepcional singularidad y belleza, habrá acaso de refugiarse en la poesía del fado o la música de Madredeus, un grupo que como AV/Arquitectura Viva nació en 1985, y que como las democracias lusa y española llega a la edad adulta con tantos logros como riesgos.