La arquitectura y el cine son afines. No sólo porque ambos trabajan con materiales semejantes, el espacio real y el virtual, sino porque, desde que los hermanos Lumière pusieron en marcha el primer cinematógrafo, el cine ha sabido evocar los edificios y las ciudades con una intensidad poética a veces deslumbrante.
Para mostrar la capacidad del cine a la hora de sugerir con rara exactitud el espacio vivido y volver verosímiles los escenarios más oníricos, podrían citarse muchos ejemplos, aunque acaso baste con traer a colación, por recientes, tres de las películas protagonistas en la última edición de los óscars: la triunfadora y encomiable Parásitos, la bella pero quizá demasiado cacareada Joker, y la poética y manierista Dolor y gloria... [+]