El surrealismo es un estilo, pero también una actitud. No es sólo forma; es asimismo ideología, y son ambos términos, forma e ideología, los que determinan la pregunta sobre si, en realidad, hay una arquitectura ‘surrealista’. La cuestión está velada, además, por el hecho de que hoy cualquier movimiento artístico, por subversivo que sea, acaba siendo idolatrado por los turistas en las salas de los museos, y el surrealismo más que ningún otro, habida cuenta de su sintonía con la cultura de masas, lo cual le ha granjeado una inevitable mala fama. Con todo, detrás de él hay mucho más que vulvas unánimes, relojes flácidos o icónicos bigotes apuntando hacia arriba. ¿No fue en su día el propio Dalí, alias Avida Dollars, un artista convencido de que el surrealismo, más que un estilo, era un modo transformar el mundo, de erotizarlo para socavar las convenciones sociales y convertir nuestro entorno en un tan revolucionario como lúdico «espacio mental»?...