El rostro nos hace diferentes; la mano, semejantes. Las huellas en el cemento húmedo del Hollywood Boulevard requieren identificarse con el nombre de la estrella, y la mano en las vallas de Félix González-Torres recuerda a un Jeff individual a través de una imagen universal. Tan semejantes nos hace que sus gestos se confunden. Las manos rojas de Palestina y las manos blancas de Génova, ¿expresan deseos distintos? Porque las manos rojas contra la guerra en Barcelona y las manos blancas contra el terrorismo en Madrid parecen levantarse en sintonía contra la violencia, mientras que las manos rojas de los estudiantes israelíes y las del palestino que muestra las suyas ensangrentadas tras linchar a tres soldados en Ramala semejan agitarse por una ira opuesta. Las manos sin la voz son todo y nada: las de papel en el camposanto efímero de Londres lloran la guerra identificando a sus víctimas, y las simuladamente seccionadas representan el horror mediante la acumulación. ¿Qué presencia capturan las manos positivas y negativas de Patagonia? ¿Qué peso soportan las manos solidarias de Venecia? Al final, la plegaria y la fiesta se funden una en otra, y el movimiento clínico del guante se disuelve en la realidad última del hueso: la mano se hace colectiva si se despoja de su distinción digital...[+]