Es más fácil recordar el futuro que pronosticar el pasado. Si la casa del pasado tiene tantas versiones como mitos familiares o memorias en conflicto, la casa del futuro se presenta unánime como un presente acelerado. Por eso, mientras el registro del pasado mudable exige aventurar la temperatura del humor interpretativo, la delineación del futuro sólo requiere extender las trazas de la actualidad reseñada. Frente a los gráficos económicos, donde los perfiles estadísticos se ramifican en un abanico de escenarios al cruzar el umbral del presente, la gaya ciencia de la futurología recoge un ramillete de pasados divergentes y los trenza en un porvenir único y trivial; y así, discutimos fatigosamente la verosimilitud de la arquitectura transcurrida, pero aceptamos dócilmente un futuro extrapolado para la casa y la ciudad. Desvanecido el azar y ausentes las opciones, el latido de la opinión sólo bascula entre el nihilista «no hay futuro» y el pragmático «no hay alternativa»: hay otros futuros, pero están en el presente...[+]