Opinión 

Dípticos domésticos

Luis Fernández-Galiano 
30/09/2021


Una a una, las casas pueden dotarse del aura arrogante de lo fuera de serie. Agrupadas, adquieren la condición fértil de lo que puede inspirar progenie familiar o serial. Más allá de la crítica urbana o ecológica de la construcción exenta, la casa se ha asociado convencionalmente al traje a medida de un gusto personal, mientras la vivienda se juzga como el vestido prêt-à-porter de la necesidad colectiva, y por tanto se comentan a menudo oponiendo la psicología del sujeto a la sociología de la multitud; sin embargo, hay casas que contienen un proyecto coral, bien por su multiplicación material, bien por su influencia estética o intelectual; y hay viviendas cuyos interiores alcanzan límites extremos de diferenciación singular. El díptico, por su parte, es la infancia de la serie, la manifestación de un diálogo formal o funcional, y la expresión mínima de un proyecto de reproducción que desborda la existencia perecedera de la pieza única, rescatando a la casa de su secuestro por la individualidad desafiante de quien prefiere ser especial a ser especie.

El examen comparado de las residencias asociadas en enlaces provisionales permite detectar semejanzas y diferencias, rasgos comunes y características específicas que anudan lo plural con lo singular mientras identifican los elementos materiales o simbólicos que merecen perdurar, trasladados o traducidos a otros contextos. Es un empeño acaso semejante al de definir el genotipo de un organismo evitando la fronda infinitamente variada de los fenotipos, aquí simplificada por el manejo de sólo dos construcciones, unidas en matrimonios de conveniencia porque en efecto tienen un interés común. Al cabo, el procedimiento puede también interpretarse como el análisis de un prototipo para lograr la decantación de un arquetipo que sirva como patrón para la producción proyectual de objetos similares o seriados, porque el tipo es el mejor soporte de la disciplina, la mejor defensa frente a la degradación que supone el estereotipo, y la mejor manera de evitar esa provocación repetida de lo que se presenta jactanciosamente como fuera de serie.

Navegando entre la homogeneidad anónima de las casas en serie y de la ostentación mediática de las casas de series, no hay otra casa en serio que aquella donde su inevitable naturaleza única se conjuga con la voluntad de explorar rasgos reproducibles. Si «no man is an island entire of itself», como aseguraba John Donne al advertirnos que las campanas no tañen sino por nosotros mismos, acaso cada casa no sea tampoco una isla ensimismada, sino parte de un archipiélago de vínculos materiales y mentales que tejen una red resistente sobre la superficie del océano, y de la que aquí se han cartografiado unos pocos lazos y algunos nudos a través de una conversación orquestada en diálogos y un concierto cristalizado en duetos. Este conjunto de dípticos domésticos es una selección esforzada —y ojalá no demasiado desafinada o desdibujada— de lo que ha ofrecido un año ominoso, pero las mejores cosechas no siempre coinciden con periodos venturosos, así que con suerte la arquitectura nos otorgue la esperanza que el mundo hoy nos niega. 


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