Dios habita en los detalles, y nosotros también. El placer de la vida reside a veces en circunstancias diminutas, y la belleza de la casa se localiza con frecuencia en minucias esenciales. Inevitablemente pautada por los ritmos previsibles de la rutina colectiva, nuestra existencia individual rescata su fruición en gestos cuidadosos que ensamblan los momentos; e inflexiblemente gobernada por la ley testaruda de la demanda y el hábito, nuestra vivienda singular encuentra su emoción en el detalle. Esa precisión material representa a la vez el rigor intelectual que hace de la arquitectura una exploración en el territorio de las ideas y la exactitud expresiva que transforma la construcción en una aventura artística: si el Dios de Teresa de Ávila andaba entre los pucheros, en el ámbito de lo cotidiano los detalles engarzan el universo abstracto del concepto con el mundo abigarrado de la imagen, y lo hacen a través de la presencia táctil de la materia resistente.
Algunos arquitectos menosprecian el detalle como algunos escritores ignoran la sintaxis, juzgadas menudencias del oficio y de la norma que otorgan perfección formal a obras carentes de contenido; ese ha sido el leit motiv de la contemporánea escuela holandesa, tan empeñada en subvertir los programas y los tipos como displicente ante los refinamientos constructivos, y que ha asumido como lema el provocador fuck details de su líder Rem Koolhaas. En contraste, otras arquitecturas se aferran, como los personajes de la escritora india Arundhati Roy, al “dios de las pequeñas cosas”, y han hecho del detalle ocasión de experiencias técnicas y artísticas, persiguiendo la excelencia en la materia; éste ha sido el caso de la actual escuela suiza, que con frecuencia combina la aceptación dócil de las convenciones funcionales con la búsqueda obsesiva de la sensualidad exacta y violenta que yace en la contundencia física de la gravedad, el brillo o la textura.
El detalle del proyecto residencial, sin embargo, no es sólo una complicación arbitraria de los encuentros que distraiga de las opciones morfológicas, ni una selección caprichosa de los productos que procure barnizar de glamour la vivienda habitual: es una decisión económica y estética cuya dimensión material y energética debe hacer compatible la asequibilidad de la casa con su atractivo, y su responsabilidad ecológica con su vigencia cultural. La cautela de las ordenanzas ha empobrecido los programas, las inercias industriales han adocenado la construcción, y el formulismo de los promotores ha homogeneizado las apariencias; pero en el mosaico de la vivienda europea hay aún espacio para la innovación. ¿Tan sólo en el detalle? Mies pensaba que Dios habita en ellos, y Tusquets asegura que la precisión oculta del detalle se justifica porque “Dios lo ve”. Aunque no haga falta recurrir a tan elevada instancia para tener con la vivienda un buen detalle.