Los arquitectos admiran la casa extrema, pero los tecnólogos promueven la casa digital. Si bien se piensa, las que aquí llamamos casas extremas son muy primitivas, porque emplean a fin de cuentas viejos recursos de la arquitectura—la construcción y la geometría, la textura y el color, el espacio y la luz—para llevar hasta el límite un alarde estructural, una innovación tipológica o un descubrimiento estético. En contraste, lo que las empresas tecnológicas denominan hogares digitales son viviendas sumamente convencionales en su morfología o en su aspecto, pero colonizadas por un sinnúmero de aparatos electrónicos conectados entre sí y con la red. La casa extrema exacerba la invención arquitectónica, y aguza la experiencia emocional del entorno, subrayado mediante el despojamiento de lo accesorio; la casa digital, por su parte, rehuye el experimento artístico, y sustituye la percepción de lo próximo por la proliferación de lo virtual, alimentado por el rumor romo de las pantallas planas.
Ante el declive de la demanda de las oficinas, las grandes firmas de electrónica, ordenadores y telecomunicaciones han desplazado su atención al territorio doméstico, y la casa promete convertirse en el gran campo de batalla comercial de los próximos años. Como señala The Economist en un extenso informe sobre ‘The digital home’, se trata de un mercado potencial de alrededor de un billón de euros, y todas las compañías tecnológicas —Microsoft, Intel, Sony, Hewlett-Packard, Apple, Verizon, Comcast, Yahoo! o Cisco— se han precipitado a capturarlo. En los campus empresariales y en las ferias se multiplican las casas de muestra, abigarradas de gadgets y pantallas que proponen el entretenimiento y la automatización como los rasgos esenciales del estilo de vida del hogar digital: desde la televisión y el ordenador hasta la puerta del garaje y la nevera, toda la utillería doméstica se dota de microchips y se conecta sin hilos, haciendo de la casa un escenario electrónico interactivo.
Sin embargo, y como se preocupa de subrayar la misma revista británica, en los viveros de tendencias la casa digital comparte protagonismo con la casa de diseño, casi exactamente opuesta en su contenido o su apariencia. Si buscamos las semillas del futuro en lugares tan propicios como el Silicon Valley californiano, comprobaremos que las casas son, bien «luminosas, lacónicas y vagamente asiáticas, con quizás una fuente zen en una esquina y una zona de yoga en la otra», bien «semejantes a salas de control electrónico, atiborradas de todo tipo de aparatos, ordenadores, routers, antenas, pantallas y mandos». En ocasiones, ambos modelos coexisten, y ‘ella’ ocupa las zonas comunes y el estar, mientras a ‘él’ se le exilia con sus juguetes al ático o al sótano. Pero la gente busca lo sencillo, y en el conflicto entre la casa digital y la casa desnuda, The Economist tiene claro que esta última saldrá victoriosa: Arquitectura Viva se suma a ese pronóstico, o a ese deseo.