Como réplica violenta al mundo amable del parque temático, el que documenta el fotógrafo Andreas Gursky está impregnado por una desolación tan extrema que hace daño a la pupila. La belleza implacable de las imágenes representa unos paisajes urbanos y humanos de fascinante geometría y angustioso silencio, abigarrados y vacíos, hacinados y desiertos a la vez. El orden obsesivo y el progresivo despojamiento de los anaqueles de Prada y los lienzos lacónicos de Turner resumen taquigráficamente su propio trayecto: desde las vistas panorámicas de Salerno y She Tin, donde la regularidad azarosa de los vehículos en los muelles o el paralelismo riguroso de las bandas del hipódromo contrastan con el relieve de fondo, y hasta la desnudez esencial de los hoteles, las multitudes o los paisajes últimos. La exactitud titánica y vacua de los atrios de Atlanta y Times Square es la mejor definición de la arquitectura de la anomia; los enjambres polícromos de Klistchko o Chicago, el mejor retrato de la sociedad del espectáculo, enajenada por la competición simbólica del deporte o el mercado de valores; y la neutralidad helada del polígono comercial o el Rin impasible, el mejor testimonio de la urbanidad indiferente y el mutismo final de los territorios finiseculares del consumo y la ausencia...[+]