La ciudad es producto simultáneo de la composición y de la construcción: el maniquí casi metafísico de Grosz presenta con gesto mutilado un fragmento urbano levantado con los sillares mudos de la geometría, y los muñecos articulados de Léger muestran con poesía naif la épica coral del ensamble de una estructura metálica; la lógica pétrea de la composición y la lógica férrea de la construcción fabrican la ciudad. Sea desde la inspiración mecánica de Le Corbusier o desde la fidelidad orgánica de Wright, los grandes edificios de la metrópolis contemporánea se proyectan usando los mismos recursos de la arquitectura premoderna, un vocabulario de formas y un catálogo de piezas. Pero sometido al imperio de la serie y la fábrica, el proyecto se convierte en cadena de montaje, dando lugar a una arquitectura taylorizada con aura penitenciaria. Si René Clair comparaba en 1931 la línea de producción con el régimen carcelario —algo que muchas décadas después puede tristemente reiterarse con los talleres infantiles y los correccionales de menores—, hoy es el trabajo administrativo donde mejor se evidencia la normalización impositiva del control panóptico. De la sátira sonriente de Jacques Tati al documentalismo glacial de Andreas Gursky, la oficina es hoy la metáfora del mundo...[+]