Roy Lichtenstein, The Smoking Gun (1968)

De un mercado feral nos llegó ‘una mala noticia envuelta en proteínas’, y Wuhan iba a ser el Chernóbil de China. Pero el confinamiento masivo dibujó una historia de éxito, y por la nueva Ruta de la Seda viajaron a Europa mascarillas y equipos. En la pugna ideológica y geopolítica, el consenso de Pekín avanza frente al consenso de Washington, y la disciplina confuciana se mide con la democracia liberal, porque en tiempos de tribulación el miedo hace preferir seguridad a libertad.

Europa se ha hecho en las crisis, pero la emergencia vírica ha abierto grietas entre las hormigas calvinistas y las cigarras católicas, sin duda menos importantes a la larga que el retorno del Estado Nación. Es posible que la mutualización de los riesgos exija la vigilancia de los hombres de negro; sin embargo, la decepcionante respuesta solidaria ha trasladado el foco al esfuerzo independiente de cada país para enfrentarse a la pandemia y caminar hacia una mayor autosuficiencia.

Las tentaciones autoritarias de muchos gobernantes elegidos han hecho temer el surgimiento del ogro filantrópico como un Leviatán que te protege sometiéndote a su poder absoluto. La naturaleza excepcional de los estados de alarma sanitarios, sin embargo, no remite tanto a Hobbes como a Carl Schmitt, y a la peligrosa ventana de oportunidad que abre para aquellos que admiran regímenes totalitarios, cuando los gobiernos se saben soberanos para decretar el estado de excepción.

La retórica bélica ante poblaciones sumisas, consagrada equívocamente por la unanimidad sonriente de los aplausos, oculta no obstante la fragilidad de los Estados, manifiesta en la ausencia de prevención, la lentitud de respuesta y la precariedad de los medios materiales disponibles. Ante la inevitable próxima epidemia, no necesitamos más héroes sanitarios como los de ahora, sino más ciencia y mejor administración, y esa será la más eficaz expresión de nuestro duelo.

Una vez superada la actual etapa del aterriza como puedas en la pista oximorónica de la ‘nueva normalidad’, la difícil regeneración del tejido productivo deberá tender hacia la independencia agrícola, sanitaria, industrial y tecnológica, pero sin que el énfasis en lo local oculte la necesaria recuperación de las cadenas de suministro en la economía global, y sin que la atención a lo material frente a lo virtual desdibuje el imprescindible reforzamiento de las infraestructuras digitales.

Si huimos del coronapesimismo, cabe preconizar un green digital deal que use la pandemia como estímulo para llegar a un pacto social y generacional ante ese dinosaurio que, cuando despertemos, seguirá ahí: el cambio climático. El desplome de la actividad ha beneficiado al planeta, pero la España urbana deberá usar energías renovables, la España vacía hacerse digital, y la España turística transitar de Florida a California para mirar de frente a un futuro que será verde o no será.


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