
La dana de Valencia y el triunfo de Trump marcan las coordenadas del año en España y en el mundo. Con una semana de diferencia, la catastrófica inundación del martes 29 de octubre y la arrolladora elección del martes 5 de noviembre señalan un punto de inflexión en la percepción del riesgo climático y en el pronóstico del riesgo geopolítico. Por un lado, el fracaso en la reducción de emisiones de los gases de efecto invernadero muestra la importancia de la comunidad internacional para abordar el desafío del cambio climático, de manera que la temperatura del planeta se incrementará muy por encima del objetivo del 1,5°C marcado en el Acuerdo de París, y los fenómenos meteorológicos extremos serán más intensos y frecuentes: la COP29 reunida en Bakú ha encendido la luz roja de alarma, pero todo hace pensar que no será sino un brindis al sol, como ocurrió el año anterior en la COP28 de Dubái. Por otro lado, el creciente desgobierno político y económico, con la multiplicación de los conflictos bélicos y las guerras comerciales sin que la intervención de las superpotencias o los organismos reguladores internacionales sean capaces de garantizar la estabilidad augura una etapa de sálvese quien pueda bajo la ley del más fuerte: el declive de la influencia de Estados Unidos y su previsible aislacionismo con Trump, mientras China no es aún capaz de tomar el relevo, hacen temer la proliferación fractal del desorden. En ausencia de una pax americana, y lejos aún un liderazgo chino, la gobernanza global es una sede vacante, en un momento crítico para los que compartimos este pequeño planeta azul...[+]