La forma del grupo es el lenguaje colectivo, y en la disposición de los cuerpos hay mensajes más elocuentes que en los discursos. La reconstrucción de la última cena leonardesca en el País Vasco o Israel traslada el mensaje evangélico a escenarios ásperos, y otorga profundidad histórica al fresco; por su parte, el altorrelieve de la pasión de Mel Gibson transita, como la fila ante el monumento de Mao, en dirección contraria a las corrientes del siglo: un tiempo pródigo en catástrofes que ha buscado refugio en el juego trivial o en el deporte. El protagonismo del grupo se manifiesta también en el propio activismo político, donde los mensajes no se componen ya con la tipografía de la prensa o las construcciones simbólicas, sino con los cuerpos desnudos que hoy se oponen a la guerra como en otro tiempo la propiciaron con danzas gimnásticas de orgullo étnico. Hay un mundo de distancia entre el Occidente narcotizado por el espectáculo y el Oriente postrado por la religión; pero cuando la crisis tenaz del Tercer Mundo se apunta en el primero, existe la esperanza de una reacción higiénica que regenere este planeta asilvestrado, donde los niños de Uganda se asilan en las ciudades nocturnas como los adultos neoyorquinos soportan un apagón, buscando el apoyo mutuo de los cuerpos inermes...[+]