El teatro anatómico es el escenario esencial del humanismo científico, porque sólo en él la humanidad se expone en su verdad orgánica. Sabernos construidos con la materia común del mundo vivo nos hace más inteligibles, pero también más humanos, porque nuestra naturaleza reside en la fraternidad con el animal. Los cadáveres putrefactos de los hermanos Chapman provocan un impacto emocional no muy distinto al de los cuerpos diseccionados y plastinados por Von Hagen; si se antojan exhibicionistas, acaso se deba a una época que todo lo convierte en espectáculo, donde el artista expresa su condición carnal vistiendo su cuerpo con el costillar del animal, y donde la actriz manifiesta sus convicciones vegetarianas mostrando su desnudo marcado para el despiece carnicero. Tunick ha retratado bien nuestra animalidad desvalida con sus paisajes urbanos de cuerpos desnudos, dóciles y vulnerables como los recluidos en pesadillas carcelarias; pero los neoyorquinos exhaustos atrapados por un apagón y los liberianos masacrados en un conflicto cruel dan una réplica real y vestida a sus comentarios desnudos sobre la fragilidad técnica y social; y los figurantes apilados en la presentación de un perfume ofrecen una coda cáustica sobre la cooptación de la crítica por la publicidad y la moda...[+]