Bilbao ingresó en la toponimia mítica de la vanguardia en 1929. Ese año se estrenó en Berlín una obra de Bertold Brecht con canciones de Kurt Weill, una de las cuales era la famosa Bilbao-Song; sin embargo, la acción de la obra teatral se desarrollaba en América, y al parecer el nombre de Bilbao se eligió sólo por razones fonéticas. Por aquel entonces comenzaban su colección de arte abstracto el millonario judío norteamericano Solomon Guggenheim —cuyo padre había levantado un imperio minero y metalúrgico— y su amiga, la extravagante y filonazi baronesa Hilla Rebay, para los que el arquitecto Frank Lloyd Wright proyectaría, años después, el emblemático museo helicoidal de la Quinta Avenida neoyorquina. Este museo abre ahora su primera gran sucursal en Bilbao, y en esta ocasión las razones de la elección son más financieras que fonéticas: la extraordinaria generosidad de las administraciones vascas ha permitido al californiano Frank Gehry construir una escultura colosal y emocionante que rivaliza física y simbólicamente con la obra de Wright, una tempestad congelada de titanio que recuerda a un magnate del cobre en la ciudad del hierro...[+]