Una riera que resbala por la montaña de Begur (Gerona) hacia el mar da su nombre a la cala sobre la que reposa esta vivienda. Iniciada en los años 1950, su construcción se produjo en sucesivas fases, y dio pie a un volumen ajeno a su entorno tanto por el impacto visual que causaba su masividad como por su exposición a la tramontana —el viento del Norte— y al levante —el viento del Este— , corrientes muy fuertes que habían plagado de patologías los paramentos.

Partiendo de esta preexistencia, la intervención ha consistido, en primer lugar, en la apertura de los límites de la casa: los muros se han perforado transversalmente para dar lugar a una estructura de costillas que los vientos atraviesan ahora dócilmente en su búsqueda del nuevo patio trasero. La consecuencia es que la casa dispone de ventilación cruzada y puede refrescarse de forma natural, además de abrirse hacia las espléndidas vistas sobre el paisaje. Una vez perforada, la fachada se ha envuelto con una segunda piel de cuerdas tensadas en marcos metálicos que se fijan a los cantos del forjado, de manera que la celosía resultante adopta diferentes densidades que dan respuesta a las exigencias de intimidad de cada orientación, además de servir de asidero para plantas trepadoras que con el tiempo permitirán camuflar la casa entre los pinos y las adelfillas, especies endémicas de la zona.