En un ático de apenas 100 metros cuadrados, situado en un barrio del norte de Madrid, se ha llevado a cabo una reforma interior para permitir que los dos hijos de una pareja joven (un recién nacido y una niña de dos años) disfruten de espacio suficiente para crecer. Dada la condición de profesionales liberales de los padres y la corta edad de los niños, parecía razonable pensar en abordar la ampliación desde una perspectiva infantil.

El proyecto se resuelve a partir de dos condicionantes inamovibles: la reducida altura libre interior, de apenas 250 centímetros, y la absoluta predeterminación de las instalaciones de saneamiento. Tres muebles de chapa elaborados mediante técnicas básicas de cerrajería absorben y organizan el equipamiento de la vivienda, al tiempo que distribuyen el espacio interior. Dos de ellos, situados a los lados, son espacios de almacenamiento para mantener la casa despejada y ordenada, mientras que el tercero alberga un baño, la instalación de climatización y tres tabiques correderos que sirven para modificar la distribución.

La atención concedida al universo infantil se traduce en la variedad de texturas y colores de las superficies interiores, pero sobre todo en la importancia que adquiere el plano del suelo, el más vinculado al desarrollo del niño en su primer periodo de vida. Los 150 metros cuadrados disponibles (100 originales, 20 ampliación y 30 terraza) se resuelven con 7 tipos de pavimentos en calidades y tonos distintos.

Para construir la nueva terraza se demolió la antigua cubierta catalana y se sustituyó por un sistema de ajardinamiento patentado, basado en la impermeabilización con PVC. Gravas diversas —blanco macael, negro basalto y roja volcánica—, arena tamizada de sílice y césped de tepe configuran el mosaico de suelos exteriores. En el interior, cemento teñido en colores y fratasado para la ampliación; felpudos en los muebles de chapa y en las salidas a la terraza; fibrocemento encerado en el baño principal; y parqué industrial en el resto... [+]