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Delitos ornamentales. Adolf Loos afirmó que el ornamento era delito, y pasaron más de cincuenta años antes de que alguien dijera lo contrario. Quien se atrevió a hacerlo, Robert Venturi, no estaba en realidad contestando al vienés, sino cuestionando el lapidario y aún popular «menos es más» de Mies van der Rohe. El profundo arraigo del credo funcionalista del Movimiento Moderno, poco proclive a lo accesorio, ha sido la causa principal del prolongado descrédito de lo decorativo, cuyo valor se redescubre hoy desde diversos ángulos.
Sumario
Juan José Lahuerta
Nota a favor del ornamento
Leatherbarrow y Mostafavi
Construcción o apariencia
Emilio Tuñón
Venturi vigente
Juan Navarro Baldeweg
De dentro a fuera
Tema de portada
Patrones. El aparejo cerámico que reviste las fachadas de la casa remite, como otros de sus elementos, a una construcción codificada; la sofisticada piel de la sede empresarial se mueve entre el homenaje a procedimientos artesanos y la exhibición tecnológica; y el motivo geométrico que dota de imagen al pabellón de jardín resuelve en un gesto estructura, revestimiento y decoración.
Arquitectura
Hild & K
Casa de ladrillo, Aggstall
Allmann, Sattler y Wappner
Sede Südwestmetall, Reutlingen
Toyo Ito
Pabellón Serpentine, Londres
Colores. Tras la retícula de hormigón que envuelve la residencia estudiantil, unas ráfagas polícromas enriquecen la percepción de su imponente volumen; a través del vibrante mosaico mondrianesco del muro cortina, el edificio de oficinas se singulariza entre antiguas naves portuarias; y sobre la sección irregular del recinto fabril, un tapiz de chapa tricolor unifica nave y oficinas.
Steven Holl
Simmons Hall, Cambridge, Ma
William Alsop
Torre Colorium, Düsseldorf
Sauerbruch y Hutton
Laboratorio fabril, MagdeburgoArgumentos y reseñas
Testimonios de catástrofes. Daniel Libeskind gana el concurso para reconstruir el vacío dejado por las Torres Gemelas con un proyecto elegíaco; y Paul Virilio expone en París un inventario de catástrofes contemporáneas.
Arte / Cultura
Jeffrey Kipnis
Propuestas para la Zona Cero
Javier San Martín
Taxonomía del desastre
Lenguajes visionarios. El Centro de Arte Reina Sofía recrea sendos episodios de la vanguardia del siglo xx: la corriente concreta del arte suizo entre los años veinte y cincuenta; y el diseño gráfico ruso entre 1910 y 1934. Anatxu Zabalbeascoa
Suiza constructiva
Jorge Sainz
Libros de la vanguardia rusaDel tratado al catálogo. Con la edición facsímil y la traducción se recuperan viejas joyas de la tratadística; y con el formato acumulativo del catálogo se producen la mayoría de las monografías de autores contemporáneos.
Historietas de Focho
Nicholas Grimshaw
Autores varios
Libros
Últimos proyectos
Tipos noveles. Proyectadas por seis jóvenes equipos españoles, estas obras responden a programas poco comunes: una planta de residuos cuya forma dicta el proceso de reciclaje; una nave con carcasa ligera para maquinaria pesada; una bodega con pista de tenis en la cubierta; una guardería terrenal y aérea; un pabellón-espejo invisible entre la vegetación; y un panteón luminoso e íntimo.
Técnica / Diseño
Müller y Guillaud
Carvajal, Casariego, Reznak
De Lapuerta y Asensio
Bailo y Rull
Blancafort, Capdeferro, Jiménez
Manuel Clavel Rojo
Para terminar, la toma de posesión del nuevo presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, induce a reflexionar sobre el contenido simbólico de los monumentos de Brasilia, paradigma de la ciudad moderna. Como escenarios de una fiesta democrática, el Eje Monumental y la Plaza de los Tres Poderes recuperan el sentido original del proyecto de Lucio Costa y Óscar Niemeyer. Productos
Tejidos
Roberto Segre
Alborada roja en Brasilia
Luis Fernández-Galiano
Trastornos ornamentales
La modernidad es de Marte, y la posmodernidad de Venus. Alternativamente marcial y marciana, la disciplina moderna ha venerado el rigor y el futuro, construyendo un paisaje mental donde el ornamento es un delito contra la eficacia y el progreso. Venérea o venusina por su parte, la complacencia posmoderna ha reemplazado la norma por la sensualidad y el misterio, fabricando objetos emocionales maquillados para la seducción y la magia. En el actual tiempo del mundo, esa modernidad impositiva y masculina parece tan obstinada y peligrosa como los estrategas belicistas de la Casa Blanca, más inclinados a someter por la fuerza que a doblegar por el encanto. Pero cuando las jerarquías se cuartean bajo la pulsión subterránea de los deseos en conflicto, sólo las armas femeninas de una posmodernidad persuasiva pueden arbitrar en las pugnas suicidas de un planeta indócil. La ficción del ornamento aparece así como un ropaje equívoco que reconcilia fatigando las aristas de las identidades testarudas.
El ornamento desempeña entonces un papel no muy distinto al de la hipocresía o el protocolo diplomático, la urbanidad o la cautela del trato social, la cosmética o el teatro del encuentro. Disolviendo la contundencia geométrica con patrones de ritmo y convención, aliviando la desnudez hiriente de las superficies con texturas y temblores, e iluminando la grisalla rigorista o el blanco expeditivo con un turbión cromático, la arquitectura enmascara su ruda franqueza, endulza su perfil rotundo con un ropaje de carnaval, y encuentra en el don de la ebriedad la tolerancia amable con la verdad del otro. Este tránsito del Apolo exigente al Dioniso exaltado es un camino no exento de riesgos delictivos, que obliga al arquitecto a pecar contra el gusto reductivo y a violar las normas de la anorexia estilística; pero es también una ruta de liberación sensorial que permite circular de la inteligencia a la emoción, del orden abstracto a la fascinación figurativa, y de la modernidad dórica a la posmodernidad corintia.
Se dirá que el ornamento es accesorio, y no podrá negarse; pero en la economía libidinal nada es más necesario que lo superfluo. Se dirá que el ornamento es superficial, y de nuevo deberá concederse; pero en la geografía de la seducción nada es más profundo que la piel. Y se dirá que el ornamento es efímero, y otra vez habrá de admitirse; pero en la historia de la percepción nada es más duradero que los motivos fugitivos, habitantes tenaces de un tiempo circular. La ‘arquitectura degenerada’ del ornamento no tiene que pedir disculpas por su belleza culpable; esa entartete Bau no es un delito, sino un trastorno: una figura embarazosamente ataviada para la morigeración minimalista, pero ‘vestida para matar’ a la manera femenina, combinando sugerencia y atracción; en el polo opuesto al dressed to kill masculino, desgraciadamente demasiado literal en esas tropas expedicionarias del Golfo que estos días colonizan las pantallas y las retinas, y frente a las cuales se desvanecen nuestros tibios trastornos ornamentales.