El proyecto nace con la idea de que el mejor barrio no ha de estar formado por obras singulares, sino que son necesarias la sistematicidad, cierta homogeneidad y modestia expresiva en los edificios residenciales. Así, el bloque para 170 viviendas protegidas en Sanchinarro —uno de los barrios de nuevo crecimiento situado al noreste de Madrid— es un edificio discreto, cuyas fachadas de huecos iguales contribuyen a modelar un volumen sosegado sin renunciar a cierta vibración que aporta identidad al conjunto urbano.

El edificio conserva la alineación con las manzanas colindantes y muestra a la plaza una fachada similar a la de sus vecinas; el volumen, sin embargo, se abre hacia el sur y dibuja un perímetro helicoidal, que asciende hasta configurar una pequeña torre en el extremo suroeste, ayudando a mantener la escala urbana y a proporcionar al entorno una referencia visual. Mientras tanto, en el interior, desde donde se accede a las viviendas se persigue una escala más doméstica enriquecida visualmente con las disonancias geométricas del helicoide. La dualidad interior-exterior queda enfatizada gracias al contraste entre el color gris oscuro que baña las fachadas exteriores y el blanco de las interiores. En este espacio semiabierto se extiende un jardín continuo, formado por superficies inclinadas ligeramente quebradas y suaves lomas ajardinadas.

Las viviendas siguen la rigurosa normativa de vivienda de protección pública que determina la solución en sus superficies y su número de dormitorios. Para simplificar el diseño sin renunciar a la variedad tipológica se recurre a una modulación estricta definida por una malla de 2,70 metros que permite disponer los espacios de día en una u otra fachada. Se busca así la ventilación cruzada, la doble circulación y la doble orientación, y multiplicar asimismo las posibilidades de vivienda. Finalmente se configuran 21 tipos diferentes que desarrollan

unidades de dos, tres o cuatro dormitorios, con o sin jardín, y distribuidas en una o dos plantas. Con una estructura de acero sobre rasante portante, densa y modulada, y de hormigón armado por debajo de la cota cero, el conjunto se remata con cubiertas ventiladas revestidas con piezas metálicas. Las fachadas son de paneles prefabricados de hormigón con un estriado vertical contrapuesto a la horizontalidad de los huecos. La torre, en el lado sur, se singulariza a través de grandes ventanales cubiertos con paneles metálicos correderos que la protegen de la luz solar. En la novena planta sobresale un mirador comunitario que dibuja un gesto característico en el perfil del edificio.