Hic Mores Hominum Castigantur. ‘Aquí se castigan las conductas humanas’: tal era la inscripción latina que coronaba el frontón del lisboeta Teatro Thalia, en su momento un airoso edificio construido por un noble portugués y, desde el incendio que lo destruyó en 1862, una evocadora ruina. Ahora ha sido transformado en una dotación para exposiciones, conciertos y otros eventos culturales gracias a una triple intervención. En primer lugar, la restauración de la vieja fachada del teatro con su elegante pórtico neoclásico. En segundo lugar, la consolidación de las ruinas de la caja escénica, que se han protegido con un gran y rotundo ‘sarcófago’ de hormigón armado teñido en color terracota cuya geometría elemental evoca la del viejo teatro, creando un gran vacío que funciona como un espacio multifuncional y se define por la atmósfera nacida del contraste entre el acabado de los nuevos materiales y las texturas ajadas de las ruinas. En tercer lugar, la construcción de dos pequeños pabellones destinados a oficinas y servicios, que se alinean con el perímetro del solar, abriéndose a la calle a través de una piel de vidrio y creando un patio trasero que hace las veces de plaza interior y filtro del tráfago urbano.