Bajo una consola de hormigón con forma de ‘barriga de ballena’, levemente impulsada sobre la calle en un intento de atraer las miradas y tendida sobre el vestíbulo de acceso, se resuelve la remodelación del antiguo cine-teatro de la ciudad. Situado en la plaza Vasco de Gama, entre dos medianeras, el edificio introduce en su entorno anónimo un gesto afirmativo que tamiza la relación entre lo exiguo de la parcela y el extenso programa solicitado. El carácter público del centro se manifiesta a través de su frente acristalado, donde se recorta un pórtico profundo de hormigón que orquesta la transición de escalas entre el interior y el exterior. Dos salas de dimensiones y finalidades distintas son protagonistas en el repertorio de usos. La más pequeña, con 90 plazas, está destinada a proyecciones de cine, charlas y conferencias. En su interior, el revestimiento de paneles rojos de cartón yeso proporciona un ambiente apacible. La sala mayor, con capacidad para 300 localidades, permite celebrar representaciones de grupos locales y espectáculos importados de teatro, música y danza. En este caso, las paredes laterales de hormigón visto se alinean con la boca de la escena de forma que el palco y la platea se transforman en una única entidad espacial.

Dividido en tres bloques interdependientes—espacios de relación social, salas de actos y zonas técnicas—, el programa se estructura con una dimensión escenográfica y coreográfica a través de dimensiones diversas y de la presencia de elementos que puntúan y organizan los distintos ámbitos. Así, en el vestíbulo, bajo el manto pétreo y convexo de la cubierta, se articulan las escaleras metálicas ‘transparentes’ que dan acceso a la entreplanta; unas zonas de aseos, taquillas, bar y ropero; y un biombo de luz que ilumina y organiza los movimientos en sus diferentes niveles. Revestidas con una celosía de madera de pino, las paredes de este espacio pretenden dibujar cierta continuidad entre el foyer y la plaza contigua. Por otro lado, muros de lajas de pizarra apiladas enfatizan el carácter escultórico de la planta sótano, mientras que las escaleras que conducen a la sala principal, igualmente revestidas de pizarra, se prolongan en rampas a partir de la entreplanta.

Pero es sin duda en la fachada principal donde el carácter teatral del edificio adquiere su expresión más clara. Un conjunto de nichos de hormigón que albergan distintos espacios estanciales permiten establecer una relación directa con el jardín de la plaza. Entre éstos destaca una caja de vidrio indiscreta que, a modo de bow window, se asoma sobre la calle con el ánimo de anunciar la actividad interior. Otro cuerpo no menos singular es el que contiene el escenario; se trata de un volumen blanco situado en la fachada posterior, también de vidrio, al que se accede desde la calle Quitino. En él se alojan, además, el foso de la orquesta, camerinos individuales y colectivos, áreas de almacenamiento, salas de instalaciones, galerías de carga y descarga, un depósito de agua y su correspondiente sala de bombeo. Además de dar respuesta a las necesidades dotacionales derivadas del fuerte desarrollo que ha experimentado Cartaxo en los últimos años, el nuevo centro cultural aspira a convertirse en el símbolo de su prosperidad y propone una vía alternativa para futuras intervenciones en esta localidad próxima a la capital lusa... [+]


Obra

Centro cultural, Cartaxo.

Cliente

Ayuntamiento de Cartaxo. 

Arquitectos

Cristina Veríssimo, Diogo Burnay.

Colaboradores

Rui Cavaleiro, António Cotrim, José Ferreira, Sofía Louro, Filipa Pedro, Patricia Pedrosa, Manuel Pelicano, Patrick Pessoa, Patricia Ribeiro, Marta Santos, Alberto Vinagre. 

Consultores

Quadrante (estructura); Sipca (instalaciones).

Contratista

Teixeira Duarte.

Fotos

Fernando Guerra/FG+SG.