Parte integrante de un conjunto de cinco proyectos urbanos orientados a dignificar los espacios públicos, la plaza se concibe como una gran esponja verde capaz de captar y filtrar las escorrentías pluviales. A través de una red de jardines de lluvia y humedales dispuestos por gravedad, el agua contaminada se conduce y se trata de forma pasiva: un sistema oculto bajo el nivel peatonal redefine la relación entre espacio público y medio ambiente.

El proyecto surge de la necesidad de transformar la antigua plaza del pueblo, poco adecuada para el clima tropical y delimitada por calles que privilegiaban el tráfico rodado, interrumpiendo la conexión con elementos clave, como el histórico Fuerte de San Felipe, del siglo XVIII —que defendió la región de incursiones piratas—, o el edificio del Ayuntamiento.

Las actuaciones fueron puntuales y estratégicas: rediseño de pavimentos para garantizar cruces peatonales seguros, accesibilidad universal y circulación continua; una amplia cubierta tipo palapa que genera un espacio central para encuentros comunitarios, construida con materiales y técnicas locales; y una estructura de madera al sur que organiza los servicios y propone una pasarela elevada, desde la cual es posible contemplar las copas de los árboles y el paisaje urbano desde otra perspectiva...[+]