Oficinas para Ricola en Laufen, Suiza
Herzog & de Meuron- Tipología Sede / oficina
- Material Fibra de vidrio Vidrio Textil
- Fecha 1997 - 1999
- Ciudad Laufen
- País Suiza
- Fotógrafo Margherita Spiluttini
Hay empresas cuyo nombre se asocia al de arquitectos concretos, incluso mucho después de haber superado la imagen corporativa que éstos definieron. Si la arquitectura de Peter Behrens despegó al tiempo que la tecnología de la AEG y los almacenes Schocken materializaron los trazos dinámicos de los dibujos de Erich Mendelsohn, la firma Ricola —al margen del ingenioso diseño de sus cajetillas de caramelos— ha recurrido reiteradamente al estudio Herzog y De Meuron para la construcción de sus instalaciones en Suiza y Alsacia. El almacén de caramelos en Laufen (1986), inspirado en las tablas apiladas en las serrerías repartidas por el valle, supuso el inicio de un vínculo que ha continuado en la década siguiente con la nave de producción en Mulhouse (1993), concebida como una carcasa translúcida que explora la relación entre el interior y el exterior a través de un filtro serigrafiado con la foto repetida de una hoja. Ahora, las oficinas comerciales que el fabricante también necesitaba en Laufen suponen el último capítulo de esta asociación y la oportunidad de insistir en el uso de la vegetación como materia de proyecto.
El solar de la actuación se inserta en un contexto entre rural y urbano de construcciones anónimas y aparece marcado por la escala doméstica de los huertos adyacentes. Entre árboles y setos, el edificio se rinde a la tentación de fundirse con el entorno. Renunciando a crear un volumen de varias alturas capaz de constituirse en un hito, se optó por una arquitectura extendida en superficie que se implanta como un pabellón en el jardín de Ricola. Su planta se quiebra para descomponer el edificio en partes menores que caracterizan distintos ámbitos al aire libre, fruto de la colaboración con el equipo de paisajistas dirigido por el malogrado Dieter Kienast. Este mecanismo, que ya se ensayó en la casa de contrachapado en Bottmingen, adquiere aquí un nuevo matiz; el espacio exterior se proyecta hacia el interior y la vegetación se incorpora como un material más al proyecto. El alero que prolonga el tejado ajardinado del edificio —una red tensada entre vástagos volados— puede entenderse como parte de la estrategia destinada a fundir arquitectura y naturaleza. Construidos con fibra de vidrio, como las pértigas de salto, estos elementos perpendiculares a la fachada se comban de distinta forma ante las variaciones de carga y vuelo. La vegetación que soporta esta estructura contribuye también a esa mutación constante: la hiedra se planta sobre el tejado para asegurar un verde constante a lo largo del año, mientras el follaje de plantas como la viña virgen está presente en los meses estivales, aportando mayor protección ante el soleamiento. Una envolvente de vidrio cierra esta pieza con correderas de suelo a techo que permiten trabajar disfrutando del jardín cuando llega el buen tiempo.
Filtros textiles
El interior ofrece un espacio continuo susceptible de ser compartimentado en despachos o de ser ocupado como oficina paisaje. En el centro, una escalera de gran anchura domina la composición de la planta y puede transformarse en elemento de comunicación vertical, lugar de reunión e incluso en sala de proyección, con el muro que recorre este vacío de doble altura. Pero es quizá en el perímetro donde la experiencia espacial se hace más intensa. De nuevo, el trabajo en común con profesionales de otras disciplinas —esta vez los artistas plásticos Rosemarie Trockel y Adrian Schiess— aporta una dimensión a esta obra que trasciende lo estrictamente arquitectónico. Tres rieles de visillos discurren paralelos al vidrio de fachada, poniendo a disposición de los usuarios tejidos que, como los filtros de un objetivo fotográfico, regulan el color, la luz y el grado de transparencia. Las mamparas acristaladas que separan los despachos, dotadas de cortinas de flecos de distintos colores, forman parte del mismo concepto. Culmina así el proyecto de esta construcción híbrida en la que lo arquitectónico, lo vegetal y lo textil contribuyen por igual a definir un ámbito de trabajo y una forma de entender la relación del hombre con el mundo que le rodea...[+]
Obra
Oficinas de comercialización de Ricola, Laufen.
Cliente
Ricola.
Arquitectos
Jacques Herzog y Pierre de Meuron.
Colaboradores
Ivo Sollberger, Mario Meier, Anna Wickenhauser.
Consultores
Kienast Vogt (paisajismo); Rosemarie Trockel y Adrian Schiess (cortinas); Hirsch (fachada).
Fotos
Margherita Spiluttini.