Situado en un paisaje a medias agrario y a medias industrial, este edificio para Ricola procesa al año casi 1,5 millones de kilos de hierbas frescas, que deben secarse, mezclarse y finalmente almacenarse en condiciones de temperatura y humedad adecuadas. A mantener tales condiciones de una manera pasiva contribuye la inercia térmica del edificio, cuya envolvente de 45 centímetros de espesor se ha construido utilizando recursos obtenidos en un radio de 10 kilómetros como máximo, fundamentalmente el barro y los áridos procedentes de la excavación del edificio.

Esta envolvente se ha levantado tras un riguroso proceso de prefabricación que, partiendo de margas locales mezcladas con aditivos (tufa volcánica) para mejorar su durabilidad, ha dado pie a paneles de tierra compactada de grandes dimensiones (4,35 x 1,35 metros y 4 toneladas de peso), que son autoportantes, se han fabricado completamente en taller y se han colocado a pie de obra como si se tratase de inmensos sillares recibidos sobre mortero. La masa térmica y la porosidad del material contribuyen a mejorar el comportamiento energético del edificio: trabajando como amortiguante y retardante de la transmisión de calor, el muro evita los saltos bruscos de la temperatura interior y regula la humedad ambiente, captándola durante el invierno para cederla progresivamente durante el verano.