La isla de Skeppsholmen fue en tiempos sede de la Armada sueca y, en cuanto tal, fue una ciudad autónoma que disponía de todas las dotaciones necesarias para desarrollar su misión: astilleros, cuarteles, polvorines, hospitales, iglesias, talleres, gimnasios… A finales del siglo XIX, la Armada abandonó Skeppsholmen y sus edificios pasaron a ser ocupados por escuelas, museos y teatros. Una de estas dotaciones fue el Moderna Museet, y en 1990, ante la disyuntiva de ampliarlo, se decidió que procedía la construcción de un nuevo museo que también debería incluir el Arkitekturmuseet. La peculiaridad del concurso radicó en que se ofreció a los arquitectos la posibilidad de escoger la localización.

Frente a la tentación de proponer un edificio conspicuo sobre la orilla del mar —la respuesta que Jørn Utzon dio en Sídney estaba demasiado reciente—, se optó por una intervención que no hiciera del contacto con el agua su fundamento pero entendiera como algo deseable la familiaridad con los edificios de la isla. Esto inspiró el diseño de las salas, en las que la fuente de luz, los lucernarios, son los responsables de la forma, y que se ciñen a una modulación de figuras simples: cuadrados y rectángulos. Estas figuras dotan de continuidad formal al conjunto al mismo tiempo que permiten una adecuada distribución de las colecciones, de condición muy diversa. El museo es flexible, capaz de ofrecer espacios de muy diferentes tamaños, sin alterar por ello el marco en que se ofrece la obra de arte. La trama geométrica muestra que la aparente condición fortuita —e incluso pintoresca— de los lucernarios no es tal, y puede decirse que fue la planta la que dictó la volumetría de aquellos sin hacer de los presupuestos visuales el argumento del proyecto.

La condición exenta de la mayor parte de los edificios que componen el conjunto se mantiene en las salas, agrupadas en torno al Tyghuset —una excepción en la isla dados los 250 metros de longitud— para reducir el impacto visual de su volumen. De este modo, el museo no transforma la imagen de Skeppsholmen: las nuevas construcciones se inscriben en la isla y se adaptan a sus alturas hasta alcanzar el nivel del mar, cota que sirve de acceso a las obras de arte y a quienes trabajan en el museo.

Erigido al tiempo que se levantaba el Guggenheim de Bilbao, este museo se sitúa en las antípodas de aquel, pues se concibe como un lugar desde el que recuperar la conciencia ciudadana; un lugar que haga sentir —como inevitable experiencia— la presencia de la ciudad. La propia ciudad es literalmente el marco desde el que contemplar la obra de arte...[+]