Situado en el límite sur de Las Palmas, el Edificio Departamental de Investigación de Ciencias de la Salud se presenta como entrada a la ciudad, con una presencia volumétrica importante entre un entorno de vacíos urbanos, y aparece como pieza de remate de una implantación universitaria concebida por fases.

El nuevo edificio acoge dos programas diferenciados, con una variación de dimensiones importante entre ellos: el primero para usos departamentales, administrativos y de apoyo a la docencia e investigación —como departamentos, biblioteca-videoteca-estudio—; por su parte, el segundo, de mayor peso, está destinado a la investigación, y contempla laboratorios de diferentes superficies y demandas, con sus espacios complementarios de apoyo. Por cuestiones de inversión económica, el conjunto de la intervención se desarrolla en dos plazos. El proyecto se resuelve en dos volúmenes conectados ortogonalmente. El de menores dimensiones acoge las funciones administrativas y públicas, y el de mayor capacidad el programa de investigación. Como idea inicial se plantea la necesidad de este tipo de edificios de responder a las demandas variables de la incorporación de nuevas tecnologías, para evitar el riesgo de caer en la obsolescencia, lo que lleva a la búsqueda de la mayor versatilidad posible: el edificio debe estar preparado para dar respuesta a cualquier implantación o instalación que se demande.

Esta exigencia de máxima versatilidad se consigue gracias a la envolvente (formada por dos planos paralelos separados entre sí un metro, generando un espacio transitable y accesible) concebida como el lugar por donde se podrá disponer desde la cubierta el trazado de las nuevas instalaciones. El plano interior es masivo, de carácter tradicional, mientras que el exterior forma una trama permeable, variable, heterogénea, construido con perfilería de aluminio dispuesta según dos patrones modulares, y en ocho tonalidades: seis tonos diferentes de gris, el blanco y el negro como escala cromática; este plano hace las veces de celosía que protege del sol los espacios interiores. La conjunción de forma, disposición y color confiere al edificio una imagen variable en función de la luz, del estado del cielo o de la orientación.

El volumen así acabado se percibe desde la ciudad como un cuerpo de imagen cambiante, que se adapta miméticamente a las diferentes condiciones del entorno, diluyéndose en parte la potencia dimensional que tiene realmente el edificio.