El conjunto de viviendas Achslengut II, se sitúa en la ciudad suiza de St. Gallen, entre el lago Costanza y la cordillera de los Alpes. Cuando Baumschlager Eberle Architekten recibieron este encargo en 1998, los parámetros principales del proyecto ya estaban predefinidos. En lugar de aceptarlos y comenzar el diseño, los arquitectos iniciaron un proceso de negociación para cambiar factores como el uso del suelo o el volumen construido con el objetivo de poder desarrollar una geometría compacta. El éxito de esta estrategia demuestra la importancia de entablar un diálogo entre los diferentes agentes implicados para llegar a un equilibrio de intereses y mejorar las condiciones de partida.

Las viviendas se agrupan, finalmente, en ocho bloques puntuales repartidos a lo largo de la parcela, a los que se accede a través de dos ejes con forma de espina de pez. El esquema de cada bloque responde a una tipología que los arquitectos han ido perfeccionando a lo largo de su extensa experiencia en programas residenciales basada en la relación entre el volumen construido y la superficie de fachada. Este parámetro conocido como factor de forma influye en la capacidad de los edificios para almacenar o disipar energía a través de su envolvente. Para climas como el de St. Gallen, que en invierno recibe abundantes nevadas debido a su altitud, es conveniente minimizar las pérdidas de calor a través de una geometría cercana al cubo. Las viviendas se distribuyen, por tanto, en una planta rectangular en torno a un núcleo central que se ilumina de manera cenital y cuentan con una galería perimetral cerrada con paneles deslizantes de vidrio que funciona como colchón térmico. A su vez, en cada apartamento las diferentes estancias también se organizan de manera concéntrica: los espacios húmedos se sitúan junto a la escalera principal y el resto de las habitaciones se alinean en el límite exterior aprovechando la luz natural que llega a través de los huecos que dan acceso a los balcones. Para aumentar la flexibilidad en el interior, la estructura portante se sitúa en la fachada y en el núcleo central, liberando las viviendas de restricciones intermedias.

Además del estudio tipológico o la eficiencia térmica, para los arquitectos es fundamental la atención a los detalles ya que en ellos reside la capacidad de que un edificio funcione a largo plazo. Así, el rigor geométrico y la cualidad material de los paneles deslizantes que dan uniformidad a las fachadas, contribuyen a crear una imagen distintiva que influye en el aprecio y el cuidado del edificio por parte de los habitantes.