Este conjunto parte de una concepción de lo urbano y lo natural como elementos que deben ser complementarios para rebajar la presión sobre los recursos naturales. En el contexto del conjunto Lebern-Dietlimoos esta actitud ha supuesto la división de la parcela en tres ámbitos que comprenden siete ‘vecindarios’ distintos, pero que componen un todo integrado en cuanto a sus instalaciones. Colocados sobre plataformas que dialogan con la topografía accidentada de la zona, los vecindarios se despliegan a distintas cotas. La presencia de una autopista muy transitada y ruidosa en las cercanías se ha combatido colocando cinco bloques longitudinales para proteger de las ondas sonoras al conjunto. Para ello se les ha dado la mayor altura del conjunto, de manera que actúen como una muralla.

Entre los edificios se extiende un parque continuo, verdadero corazón del proyecto, con espacios de estancia y juego situados sobre los aparcamientos enterrados. Para configurar y enmarcar estos espacios de relación las fachadas de los edificios adoptan un tratamiento de enfoscado neutro y austero en el que cobra protagonismo la colocación de los huecos con sus carpinterías oscuras y los balcones corridos que dominan toda la extensión de algunos de los frentes.