Situado en el pueblo barcelonés de Santpedor, el convento de Sant Francesc fue construido en el siglo XVIII por los monjes franciscanos, que apenas pudieron disfrutarlo pues, con la Desamortización de Mendizábal en 1836, fue abandonado y saqueado, degradándose con el tiempo hasta que en 2000 fue demolido en su mayor parte. Del viejo conjunto sólo quedó en pie, aunque en muy mal estado, la iglesia, que en 2003 fue objeto de un proyecto para transformarla en un auditorio y un equipamiento cultural. Lejos de ser una restauración al uso, la intervención ha partido del respeto a la historia del edificio a lo largo de sus más de dos siglos de historia, conservando las cicatrices debidas al paso del tiempo, e interpretándolas en una clave estética. Así, se han mantenido los valores espaciales de la iglesia en ruinas, con las insólitas entradas de luz producidas por los hundimientos parciales de las cubiertas, pero diferenciando claramente la construcción originaria de los elementos actuales. Para preservar el carácter unitario de la nave eclesial, los nuevos volúmenes necesarios para el funcionamiento de la dotación —salas de instalaciones o núcleos de comunicación— se han situado en una pieza que está a caballo del interior y el exterior. Además, los nuevos accesos permiten encauzar un recorrido circular por el edificio, dando pie a un paseo arquitectónico definido por perspectivas singulares y diversas.