La idea en torno a la que se desarrolla el proyecto es la de crear un híbrido residencial que combine ‘la casa’ y ‘el apartamento’. Por lo tanto, el edificio responde al desafío de construir un bloque de vivienda colectiva con las mismas cualidades y ventajas que una vivienda unifamiliar —privacidad, espacios al aire libre, autonomía—, con el añadido de un gran espacio público y sin las desventajas medioambientales propias de la vivienda aislada —la ocupación extensiva del territorio, la contaminación visual y atmosférica o el aumento de las infraestructuras—. Para ello, la tipología escogida como punto de partida para la hibridación es la echoppe: una construcción tradicional bordelesa de viviendas de una planta y desarrollo profundo, organizadas a lo largo de un pasillo lateral que conduce al espacio principal y a las zonas comunes en torno al patio.

En conjunto, el proyecto se concibe como una ‘forma en movimiento’, en lugar de como un proceso terminado. En el futuro el edificio puede doblar su tamaño y, por tanto, su densidad. Así, dentro del marco construido, los residentes podrán ampliar las viviendas de acuerdo a sus necesidades familiares, y esta adaptabilidad asegura la superviviencia del conjunto frente a posibles cambios sociales y económicos. La morfología de cada una de las viviendas deriva de ese deseo de crear un sistema que permita realizar variaciones y transformaciones sin impedimentos técnicos. Todos los apartamentos, cuya superficie oscila entre 25 y 130 m², cuentan con ventilación cruzada y un espacio exterior adaptable abierto a dos o tres orientaciones que conecta visualmente el patio interior con la calle.

La economía de medios resulta un elemento clave en la concepción del proyecto. Todo el conjunto se construye por 1.000 euros por metro cuadrado, un precio muy por debajo de la media en la región. Esto es posible gracias a una cierta sobriedad formal, a la racionalización de los procesos, a la prefabricación de los elementos de fachada, al control de presupuestos, y, sobre todo, a la supresión de los intemediarios entre el constructor y el usuario. A nivel constructivo, la estructura de forjados bidireccionales permite desarrollar un sistema de fachada ligera de alto rendimiento energético que cuenta con dos capas, cada una de las cuales responde a demandas diferentes pero complementarias: la primera, compuesta por una chapa metálica ondulada, refleja el color de los edificios aledaños y protege el interior de la radiación solar; la segunda, formada por una capa de aislamiento térmico, asegura unas condiciones de confort interior adecuadas.