Opinión 

La forma de la cosa

Luis Fernández-Galiano 
01/04/2021


Kersten Geers y David Van Severen escriben como proyectan, con línea clara. Su transparencia interpretativa —inseparable de su condición de profesores—, su agudeza crítica y su contundencia intelectual hacen redundantes los comentarios sobre la obra de este estudio de Bruselas, que eligió el diáfano nombre de OFFICE para su presencia en el mundo. En el texto que reflexiona sobre su trabajo reciente, enmarcan sus proyectos con una frase rotunda, «la forma de la cosa precede la cosa», una declaración de idealismo platónico que anima a contemplar sus figuras como ideas «que nacen desnudas», y sólo más tarde adquieren materialidad en el emplazamiento. Pero el protagonismo deslumbrante de sus figuras elementales, genuinas geometrías performativas que crean realidad a través de sus formas espaciales, no excluye el pragmatismo tectónico: si el filósofo J.L. Austin nos enseñó cómo hacer cosas con palabras, los socios de OFFICE nos muestran cómo hacer cosas con formas.

En su presentación, Jean-Louis Cohen advierte de qué manera han resistido a la vez la amnesia hipermoderna y la nostalgia postmoderna, pero esa doble resistencia va unida al fervor por las arquitecturas de quienes mejor representaron la postmodernidad: Aldo Rossi y Robert Venturi. La admiración por Rossi y la Tendenza cristaliza su amor a la simplicidad, y arrastra en el aprecio a los que el maestro milanés consideraba sus referencias principales, Mies y Loos; y la devoción por Venturi expresa su empeño en reconocer las complejidades y contradicciones de la buena arquitectura, una ambigüedad que les autoriza también a estudiar atentamente la obra escueta, lírica y reductiva de John Hejduk, reuniendo así a grises y blancos en su paleta inclusiva, más omnívora que ecléctica, y subordinada siempre a una pasión abstracta que pone la geometría al servicio del tipo, hace prevalecer la forma sobre el programa, y elabora figuras esenciales que se recortan robustas sobre el fondo.

Arquitectura metafísica en sus homenajes a Rossi y a Hejduk, y de una radicalidad que en ocasiones parece hacerse eco de Superstudio o Archizoom —aventurando en Florencia un lugar de encuentro entre sus raíces renacentistas y su floración experimental—, la de OFFICE es una obra que combina inesperadamente la candidez juguetona y la serenidad cívica, la intuición formal y la verosimilitud material, la discreción cautelosa y la afirmación extrema. Manteniendo siempre su fidelidad intelectual y artística a ‘la forma de la cosa’, Geers y Van Severen no renuncian al realismo técnico y económico, no evitan la dificultad práctica de la construcción, y no rehúyen el diálogo negociado con las trazas y las necesidades de la ciudad. Siendo tenazmente propositivos, sus textos y sus dibujos no componen una arquitectura de papel: con su línea clara y su voluntad asertiva, la obra de OFFICE delinea un nuevo papel para la arquitectura, tradicional y contemporáneo a la vez. 


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