Kenneth Frampton tiene letra de arquitecto: una caligrafía elegante y regular que traduce la cultura visual de una formación disciplinada. Cuando recibió el León de Oro en la Bienal veneciana de 2018, el historiador y crítico británico —que prefiere la denominación de escritor— dijo de su trabajo: «Si mi escritura tiene alguna virtud es que escribo con mente de arquitecto». En efecto, Frampton se aproxima a los edificios con la mirada del arquitecto en ejercicio que fue durante los años iniciales de su carrera, y escribe sobre ellos con el pulso que le otorga su experiencia profesional y pedagógica. Profesor por encima de todo, sus libros y sus clases han modelado la percepción de varias generaciones de arquitectos, a los que ha transmitido su convicción de que las obras no se entienden al margen del marco social donde surgen, y asociando la etiqueta crítica a un compromiso ideológico que es sin embargo inseparable del juicio estético. No hay quizá construcciones más ajenas a su idea de la arquitectura que los rascacielos ultraesbeltos de su ciudad de adopción, Nueva York, y pese a ello me reconocía, durante una cena en Manhattan, que no podía evitar la fascinación por el monolito metafísico de Viñoly. Al final, el ojo del arquitecto se impone al cerebro del ideólogo, y su voluntad de ejercer la ‘crítica operativa’ denostada por Tafuri —aquella que procura guiar el trabajo de los contemporáneos— debe matizarse con la sensibilidad artística que refleja cada manuscrito y cada imagen seleccionada para su publicación.
El trayecto intelectual de Frampton ha tenido varios puntos de inflexión, enhebrados por el hilo de la ‘crítica’ que ya figuraba como subtítulo en su obra más importante, Modern Architecture: A Critical History, publicada originalmente en 1980 y significativamente revisada en las ediciones sucesivas de 1985, 1992, 2007 y 2020. El primer argumento ‘operativo’ se plasmó en el ensayo de 1983 ‘Towards a Critical Regionalism: Six Points for an Architecture of Resistance’, usando el concepto acuñado por Alexander Tzonis y Liane Lefaivre dos años antes para proponer una modernidad resistente tanto al estilo internacional cosmopolita y corporativo como a la posmodernidad a la que había dado carta de naturaleza y credenciales la Bienal veneciana de 1980. El segundo movimiento crítico cristalizó en Studies in Tectonic Culture: The Poetics of Construction in Nineteenth and Twentieth Century Architecture, un libro de 1995 que había anunciado ya en un artículo cinco años anterior, ‘Rappel à l’ordre: The Case for the Tectonic’, donde el oficio de construir se preconizaba como una vacuna frente a la escenografía posmoderna cooptada por la arquitectura comercial, y popularizando los términos ‘tectónico’ y ‘estereotómico’, que se actualizaban desde el funcionalismo antropológico de Gottfried Semper. El tercer punto de inflexión puede situarse en el año 2000, con la edición de una serie de 10 volúmenes, World Architecture: A Critical Mosaic, 1900-2000, donde coordinó y prologó el trabajo de un gran número de críticos de las diferentes regiones del planeta para superar el eurocentrismo del relato moderno, y que tendría su manifestación última en la muy ampliada quinta edición de Modern Architecture en 2020.
Esta última edición, que se publicó coincidiendo con su 90 aniversario, es especialmente notoria porque revisa radicalmente su legado, al añadir a las tres partes de las ediciones anteriores —que se cierran con un capítulo donde vuelve a sus orígenes, ‘Critical Regionalism: Modern Architecture and Cultural Identity’— una cuarta parte con una extensión de 275 páginas, ‘World Architecture and the Modern Movement’, que es casi la mitad del libro, y donde se procura tratar ecuménicamente el conjunto del planeta. Frampton asegura que, para evitar el sesgo eurocéntrico y transatlántico de las ediciones previas, ha tenido como referencia nuestro Atlas: Global Architecture circa 2000, publicado en 2007, y de hecho afirma haber adoptado, para la organización de su sección cuarta, nuestra división del mundo en cuatro grandes regiones transcontinentales
—Europa, las Américas, África y Oriente Medio, Asia y Pacífico—, que corresponden a la posterior edición en cuatro volúmenes, Atlas: Architectures of the 21st Century, aparecidos entre 2010 y 2012. Esta apertura hacia horizontes diferentes se manifiesta también en la bibliografía, donde hay hasta 31 referencias a los Atlas, AV o Arquitectura Viva, en contraste con la edición anterior, que solo incorporaba dos extensas citas mías sobre Zaha Hadid y Herzog & de Meuron. Aunque Frampton sigue testarudamente fiel a sus admirados Hannah Arendt, Paul Ricoeur o Jürgen Habermas, sorprende advertir que en esta edición testamentaria la cita inicial de Walter Benjamin ha sido reemplazada por otra de Guy Debord, y el subtítulo ‘A Critical History’ no figura en la portada ni en el lomo. Aunque algo demediada, subsiste la axonometría de Alberto Sartoris para Notre-Dame du Phare, que ha sido la imagen de cubierta desde 1980, así que la gran ampliación conceptual y geográfica no altera la continuidad gráfica de esta obra histórica.
Me he extendido más sobre este punto de inflexión porque los dos anteriores —el regionalismo crítico y la cultura tectónica— han sido abundantemente comentados por otros, entre los cuales los autores de Architecture and the Lifeworld: Essays in Honor of Kenneth Frampton, un volumen aparecido en 2020 —dos años antes de jubilarse en la Universidad de Columbia, donde enseñó desde 1972— que homenajea su excepcional trayectoria crítica y docente. De ella he tenido abundantes muestras desde que ya en 1985 participase en Sevilla —junto a la pareja Tzonis-Lefaivre y otros colegas— en un seminario sobre regionalismo que organizamos para la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, y que se publicaría después en uno de los primeros números de AV; un tema por cierto que cuatro años después daría lugar a otro seminario en Los Ángeles, en aquella ocasión bajo el título ‘Critical Regionalism’, coordinado por el mencionado dúo Tzonis-Lefaivre y en el que intervendríamos Frampton y yo mismo junto a otros arquitectos. Mi deuda con él es tan evidente que uno de mis primeros artículos en El País (‘La arquitectura y el ángel de la historia’, 31 de mayo de 1986) comentaba conjuntamente su Modern Architecture: A Critical History y la Architettura Contemporanea de Tafuri y Dal Co, expresando una admiración que se incrementó cuando impartimos juntos varios cursos en el Berlage Institute entre 1994 y 2005, incluyendo una ‘Theory Masterclass’ consagrada al análisis comparativo de parejas de edificios, un método que Frampton explicó en detalle en el libro de 2015 A Genealogy of Modern Architecture. Fruto de esta relación fueron nuestro informe con Ricardo Aroca sobre la reforma de la ETSAM en 1998, la evaluación del proyecto de la Biblioteca Nacional de Eslovenia que preparamos ambos en 2009 para el Ministerio de Cultura del país, o la participación conjunta en 2011 en diversas sesiones de crítica interna con la oficina de SOM en Nueva York.
No hace falta decir que su relación con España ha sido siempre intensa, como atestiguan sus numerosas visitas y conferencias, la publicación de sus artículos aquí o el generoso espacio que dedica a la Península en sus síntesis críticas e históricas. Cuando en 1996 reseñé en El País los Studies in Tectonic Culture no pude evitar mencionar que la portada se ilustraba con el croquis de Alejandro de la Sota para el Gimnasio Maravillas, y cuando en 2022 escribí en Arquitectura Viva sobre la aparición en lengua inglesa de L’altro Movimento Moderno, tampoco dejé de subrayar que el libro se cierra con el mismo Sota, una insólita presencia tardía que Frampton asocia al atraso de la modernización española por el impacto de la Guerra Civil. Tras dejar la Universidad de Columbia, Kenneth Frampton ha trasladado su residencia de Nueva York a Londres, y esta mayor proximidad a la Península nos hace desear que podamos disfrutar con más frecuencia de su aguda pupila de arquitecto, que situó en su día a España en el regionalismo crítico y en la cultura tectónica, para verla hoy como parte de ese gran fresco global que sigue testarudamente cartografiando y caligrafiando.