Los arquitectos somos seres dimensionales, atentos siempre al tamaño de las cosas. Solía recomendarse a los estudiantes llevar una cinta métrica para comprobar la altura de un escalón, la anchura de una puerta o el grosor de una carpintería, y varias generaciones se formaron en el proyecto con la ayuda del grueso volumen de Ernst Neufert, que documentaba con dibujos y cotas el universo dimensional de la arquitectura, desde la ergonomía del mobiliario hasta la gran escala del estadio, el hospital o el aeropuerto. La casa ocupa un lugar intermedio entre la silla y el auditorio, pero eso no excluye su extrema variedad de dimensiones, que se extienden desde el refugio mínimo de la cabaña hasta la gran mansión palaciega, y en todas las escalas puede haber genuina arquitectura. Nikolaus Pevsner dijo famosamente que «a bicycle shed is a building; Lincoln Cathedral is a piece of architecture», pero nosotros admiramos el cabagnon de Le Corbusier o las Essential Homes de Foster tanto como las villas palladianas o las residencias de Lutyens.
Desde luego, la escala de la arquitectura no es una cuestión secundaria, y obliga a tenerla muy en cuenta antes de emitir juicios críticos. En el terreno próximo de la pintura, Oscar Tusquets proponía que las reproducciones de los lienzos en los libros de arte guardasen proporción con su dimensión real, porque es difícil entender las obras desconociendo su tamaño, y lo mismo cabe decir de los edificios. El tempietto de San Pietro in Montorio de Bramante y la basílica de San Pedro son ambas arquitecturas excelsas, pero no cabe desconocer la diferencia dimensional que subraya el diminutivo; la nave y el claustro de San Carlo alle Quattro Fontane ocupa en planta no mucho más que un pilar de San Pedro —lo que explica que esta obra de Borromini se conozca popularmente como San Carlino—, y de nuevo lo lejano de la escala entre las dos construcciones romanas no las aleja en calidad o reconocimiento arquitectónico: el tamaño importa, pero el interés propositivo del proyecto es en todo independiente de la dimensión de la obra.
Rem Koolhaas publicó con Bruce Mau en 1995 un libro manifiesto donde su trabajo se agrupaba bajo la ordenación de las tallas del título, S,M,L,XL, y este recurso a la escala como artificio taxonómico lo puso en cuestión en el año 2000 cuando utilizó el proyecto de la casa Y2K en el concurso para la Casa da Música de Oporto —una ampliación vertiginosa digna de compararse con el mítico documental de los Eames, Powers of Ten—, y el éxito de la obra realizada muestra una autonomía de la forma que surreal e inevitablemente matiza la jerarquía de la dimensión. La física de partículas y la cosmología —la ciencia de lo muy pequeño y la ciencia de lo muy grande— están íntimamente vinculadas, y es posible que las arquitecturas mínimas tengan lecciones aprovechables para las construcciones máximas, por más que sus tamaños sean tan diferentes, y que la preocupación de los arquitectos con la dimensión, la proporción y la medida pueda fertilizarse con las analogías azarosas de la forma y las homologías necesarias de la función.