Esa escuela del Vallès

Ignacio Paricio  Cristina Pardal 
31/03/2018


Un conocido arquitecto barcelonés, al presentar a Harquitectes en unas jornadas recientes, aludió a la nueva ‘estética’ que ‘esa escuela del Vallés’ nos está proponiendo. Esa imaginería vallesana no es casual, sino que surge de una aproximación a la forma desde el razonar técnico, y nace de aportaciones de profesionales como Claudi Aguiló, Coque Claret, Dani Calatayud, el colectivo RESSÒ y muchos más, todos bajo el influjo de las inquietudes de Albert Cuchí. De entre ellos, la obra más fecunda a día de hoy es la de Harquitectes.

En el tono de esa presentación se percibía un cierto distanciamiento, a la vez que bastante curiosidad por conocer hasta qué punto esa línea de trabajo será capaz de encontrar una expresión razonada de sus propuestas desde el mundo de la técnica, y especialmente desde la sostenibilidad y el control de la energía. Desde nuestro punto de vista, la respuesta a esa duda ya se ha resuelto de manera absolutamente positiva. Pese a la juventud de sus integrantes, Harquitectes es, tras 17 años de vida, un estudio maduro resultado de una evolución bien orientada. Un proceso evolutivo al que nos acercaremos brevemente desde la perspectiva de su reflexión radical sobre la esencia y la expresión de los elementos constructivos.


Una exploración sistemática

La obra de Harquitectes puede leerse como una exploración sistemática, casi exhaustiva, de todas las posibilidades de que dispone hoy la construcción al uso. Lo más interesante es que esa exploración de sistemas de cerramiento y de estructura se lleva hasta sus últimas consecuencias en cuanto a su desarrollo, pero también en cuanto a la imagen que cada solución debe adoptar. Sus paramentos verticales pueden ser desnudos o revestidos, industrializados o artesanales, continuos o de elaborado detalle… Todo depende de un razonar siempre consecuente con el proceso de diseño. El recurso a materiales y técnicas convencionales sumado a la sinceridad con la que estos se muestran, sugiere a primera vista que se trata de una arquitectura simple. Nada más lejos de la realidad. En la obra de Harquitectes incluso los elementos más simples son resultado de un análisis complejo que nos traslada de los materiales plurifuncionales en elementos monocapa a materiales monofuncionales en elementos multicapa. El muro ciclópeo que articula la Casa 1413 en Ullastret es un claro ejemplo de la complejidad contenida en un elemento de apariencia simple, casi rústica. La estratificación de la cantidad y tamaño de las piedras en altura, la variación en la sección, el empleo de un mortero mixto con partículas de vidrio reciclado insuflado son, todos ellos, recursos para lograr «una única solución constructiva, monolítica, pero de grosor, densidad y materialidad variable que permite adaptarse a las diferentes necesidades térmicas y estructurales del edificio». Esta solución contrasta con el cerramiento de fachada ligero, casi etéreo en algunas de sus capas, de las viviendas universitarias en Sant Cugat.

Harquitectes recurren a soluciones de envolvente ligeras o pesadas atendiendo a si la estrategia global del edificio precisa mayor o menor inercia térmica. En el caso de la Casa 1217 en L’Escala, su condición de segunda residencia les lleva a optar por cerramientos de entramado revestidos con tablero de madera-cemento. La Casa 1219 en Palau-solità i Plegamans, por el contrario, es uno de tantos ejemplos donde recurren a cerramientos y divisorias interiores portantes buscando la masividad del muro y su importante papel como regulador térmico. Se mueven entre la prefabricación o la construcción in situ según el proyecto lo requiera. Una apuesta clara por la prefabricación es la Casa 205 en Vacarisses. Las condiciones de un solar de fuerte pendiente así lo sugerían. Apuestan por una estructura muraria, haciendo trabajar los muros longitudinales de fachada como vigas que vuelan sobre los apoyos de cimentación. Lógicamente esas vigas son elementos prefabricados de gran formato. Experimentan con un nuevo material, la madera, y la trabajan según los criterios que guían formalmente su obra: explicitar tanto material como sistema. La Casa 89 en L’Ametlla del Vallès, en el extremo opuesto de los procesos de puesta en obra, está resuelta con un gran muro de hormigón in situ.


La acumulación de funciones

Que la masividad evidente de un forjado de hormigón aporta inercia térmica es indiscutible; el hecho diferenciador en la actitud de Harquitectes es recurrir a una u otra solución de techo aludiendo a cuestiones térmicas a la vez que a las mecánicas. Ellos mismos describen la estructura de la Casa 1217 en L’Escala: «La estructura de pilares y losas es la gran inversión patrimonial de la casa, contiene la inercia y caracteriza los espacios de galería y por extensión toda la casa». La losa maciza de hormigón que aparece también en otros proyectos puede activarse por medio de un sistema radiante embebido y, si es posible, alimentado por un sistema de geotermia. Los techos son pues grandes radiadores en muchas de sus obras. Cuando el sistema de climatización es por aire se busca precalentar o preenfriar este aire de nuevo aprovechando las posibilidades que ofrecen los propios elementos que constituyen el edificio. En la Casa 1219 de Palau-solità i Plegamans y en el Centro de Investigación ICTA-ICP se hace pasar el aire por la cámara que crea el forjado sanitario.

La refrigeración por convección justifica la creación de muros de ladrillo de siete capas en la Bodega Saó del Coster como un novedoso y espectacular intercambiador de cerámica que aprovecha las frigorías aportadas por la cubierta. Estos muros forman parte de una estrategia global del edificio para controlar la temperatura y el nivel de humedad en los espacios de producción y almacén vinícola. En esta estrategia se integra también la cubierta, inundada y provista de un sistema de recirculación, que sumado al efecto de radiación nocturna ayuda a bajar la temperatura del conjunto. La cubierta del Centro Cristalerías Planell es nuevamente un elemento de cubrición diseñado no únicamente atendiendo a las funciones propias de una cubierta, sino a estrategias bioclimáticas. Un conjunto de cuatro pirámides de ETFE actúan como torres de viento a la vez que cubren el espacio interior.


La inserción de espacios intermedios

Fachadas y cubiertas se descomponen en capas que cumplen las diversas funciones de la envolvente y permiten alojar espacios intermedios entre ellas. Estos espacios enriquecen la arquitectura dotándola de experiencias sensoriales diversas y variables en el tiempo. A veces se trata de espacios no habitables que hacen de colchón térmico. En la Casa 1105 en Cerdanyola aparece una galería, un espacio en fachada entre un cerramiento exterior translucido, ligero y practicable, y uno interior más masivo. La Casa 1014 en Granollers dispone de dos espacios colchón entre la vía pública y el interior, uno en cada fachada. Esto permite crear dos patios, adyacentes a las dos fachadas, que captan energía a través de unas cubiertas retráctiles. Mayor atrevimiento suponen los proyectos en los que el espacio ‘intermedio’ forma parte del uso obligado y cotidiano del edificio. Hace ya cuarenta años, en un libro publicado con Gustavo Gili, hablaba de la casa cebolla: la casa de sucesivas hojas que brindan una protección cada vez mayor a un núcleo central de óptima habitabilidad. Es el caso de la Casa 905 en Igualada, donde la disposición concéntrica de un cerramiento murario en la parte interior y uno ligero y muy practicable en la exterior libera un anillo destinado a espacios de estar.

El paradigma de este atrevimiento es el ICTA-ICP, en el que, dentro de un gran prisma construido con técnicas ligeras importadas del mundo de los invernaderos, se encierra una estructura muy masiva —regulador térmico— que da soporte a una serie de cajas bien aisladas y con condiciones de confort óptimas. Entre ellas se libera un espacio muy sugerente de condiciones de confort intermedias. La imagen de la gran caja ligera y permeable, industrializada, a través de la que se transparentan esas cajas de cálida madera, es tan novedosa que está siendo difícil de digerir por los sacerdotes de la forma canónica del minimalismo contemporáneo.


Las razones de la forma

Harquitectes ha transitado desde los más sencillos edificios unifamiliares con clientes convencidos a los grandes aparatos de cliente público sin traicionar sus principios generadores de la forma. Este breve recorrido por sus experiencias arquitectónicas es abrumador. Sus construcciones evolucionan hacia una progresiva expresión del control de los flujos energéticos por parte de la arquitectura. Si la imagen arquitectónica es sobre todo el fruto de un proceso de investigación y diseño tecnológico, los resultados no tienen por qué tener unos componentes formales fácilmente identificables por su material, textura y color. No tendrán un sello inmediatamente reconocible, una imagen de marca como la que buscan y encuentran muchos arquitectos contemporáneos. Solo la evidencia de su inquietud por la coherencia entre función energética e imagen plástica formarán el sustrato común de todas sus obras.

No podemos dejar de sentirnos satisfechos al comprobar que la obtención de la forma a partir de todo tipo de razones, argumento que desde hace años defendemos, está patente en sus esfuerzos. En la obra de Harquitectes el mérito es mayor, puesto que esas razones se generan desde los nuevos desafíos de nuestro siglo. Están aportando perfiles a la forma de una arquitectura de la sostenibilidad y el control de la energía...[+]


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