La trayectoria de Ensamble es inseparable del ensayo. Antón García-Abril y Débora Mesa han ensamblado su vida y su trabajo como una sucesión de ensayos materiales y mentales que se trenzan en el tiempo para reunir experimento y experiencia, producción y paisaje, exploración y expresión. Fusionando lo constructivo y lo creativo, han acercado territorios tan distantes como la ingeniería y las artes, trabajando simultáneamente en las técnicas de fabricación más avanzadas y en los procedimientos más arcaicos para levantar un conjunto de obras tan formalmente diversas como intelectualmente vinculadas. Visto desde la perspectiva de dos décadas, su viaje personal tiene una consistencia insólita, porque hay un hilo conductor de investigación, audacia y riesgo que une los megalitos graníticos de sus inicios gallegos con la casa ciclópea americana donde se ensaya una manera inédita de construir.
En sus primeras obras hay una seducción táctil y una violencia material que hace permeable lo hermético y leve lo pesado, abriendo una ruta de invención inesperada y desmesura deslumbrante que materializarán en un registro casi antitético su casa propia y la casa colectiva del lector: dos realizaciones madrileñas que usan la monumentalización retórica de la estructura para convertirse en lugares memorables. A su casa le dieron el nombre programático de Hemeroscopium, y desde ese observatorio elevado concibieron un retorno a la esencialidad telúrica de sus comienzos con La Trufa, una fascinante construcción orgánica y mineral donde confluyen imaginación estética, inventiva material y comunión con la naturaleza para crear una obra que merece figurar en las historias de la arquitectura y en las del arte, reunidas por azar y aventura al borde de un acantilado en la Costa da Morte.
Su etapa americana, caracterizada a la vez por los laboratorios de innovación y emprendimiento en el MIT, donde se exploran los prototipos y la fabricación, y por las oníricas estructuras del paisaje en Yellowstone, muestra las dos almas de su trabajo entrelazadas como la urdimbre y la trama, y no otra cosa ocurre en las dos realizaciones españolas que jalonan su regreso y la apertura de un nuevo capítulo en su itinerario de experiencias: la fábrica en Madrid que se propone transformar el panorama rutinario del sector de la construcción y la cantera de Menorca que espera convertirse en un crisol de ideas arquitectónicas y artísticas. El romo pragmatismo de muchos profesionales rehúsa la ambición visionaria y el riesgo del ensayo, pero es precisamente en ellos donde reside el futuro y la esperanza, y no hay estudio más comprometido que Ensamble con este proyecto, y con este camino que es el suyo.