Apartada del ruido y de las prisas de la capital española, la residencia se refugia en las inmediaciones de la población madrileña de Las Rozas. El propio nombre de la casa, Hemeroscopium —lugar donde se pone el sol—, alude a una horizontalidad implícita en la composición del edificio, que expande los límites para entrar en relación con el paisaje. El programa se distribuye entre una planta baja más social, en la que destacan la fluidez de los espacios, y un volumen en el piso superior que se reserva para recoger los dormitorios. Esta obra representa un equilibrio entre ingeniería y arquitectura, donde la envolvente formal se diluye para permitir que las vistas se abran hacia el entorno.

Diseñados con piezas pesadas de firmes trazos, los elementos sustentantes se sirven de su acción gravitatoria para definir las diversas estancias. Se apilan siete componentes distintos que configuran la estructura de la construcción a partir de un elemento estable, una ciclópea viga de hormigón armado, sobre la que se sitúan piezas más ligeras hasta formar un helicoide. Tras la aparente simplicidad de los elementos empleados se esconde la complejidad ingenieril del tratamiento pretensado y postensado del hormigón, cuyos encuentros se producen en función de su proceso constructivo...[+][+][+]