Como Oskar Matzerath — el protagonista de El tambor de hojalata que a los tres años, y consciente ya del horror adulto, se arroja por unas escaleras para no crecer más —, José Miguel de Prada Poole decidió un día no participar de la seriedad irracional del sistema de los mayores y se entregó a otro tipo de seriedad: la del juego. Como Oskar Matzerath — encerrado en un cuerpo infantil pero más clarividente que cualquier adulto—, Prada Poole se sintió en posesión de una lucidez ajena al sentido común: la lucidez que le llevó a imaginar la utopía con una implacable lógica constructiva...[+]