Opinión 

Amores compartidos


Arquitectura G, Casa Luz en Madrid

No entiendo bien la obra variada y vibrante de Arquitectura-G, pero eso importa poco, porque tenemos amores compartidos. Para comenzar, Bernard Rudofsky, un austriaco neoyorquino que nos enseñó a ver la arquitectura sin arquitectos de la construcción vernácula, y Lina Bo Bardi, una italiana brasileña que hizo dialogar la modernidad con la cultura popular. La sensualidad espartana de Rudofsky está presente en muchas de sus casas, rehabilitaciones de desnudez rigurosa que no dejan de sugerir una promesa de felicidad; y el brutalismo atmosférico de Bo Bardi puede hallarse en la radicalidad contundente de unas intervenciones que no excluyen la creación de ámbitos de ligereza aérea, acaso resumidos bien en la imagen de portada. Así que me cuesta comprender los procesos que guían las decisiones, y sin embargo esa ignorancia no me impide reconocer los relámpagos de verdades súbitas que iluminan el camino.

No me resulta fácil, es cierto, aplicar categorías analíticas a una producción dispersa y deslumbrante, y sin embargo ayuda convocar a las amistades que tenemos en común. Aquí debo mencionar a Fernando Higueras, un español de Madrid que vertió su talento polifónico en una multitud de disciplinas, y a Álvaro Siza, un portugués de Oporto que es tan notable dibujante y escultor como arquitecto. El hedonismo barroco de Higueras inspira o habita en un sinnúmero de interiores domésticos, cuyo abigarramiento es compatible con la invocación de la buena vida; y el minimalismo manierista de Siza se abrevia o late en instalaciones que empleando los códigos del lenguaje moderno también provocan con la articulación inesperada y la sintaxis inusual. Así que, de nuevo, la dificultad analítica no se cruza en el camino del reconocimiento, y la obra construida resplandece con la luz de la razón.

No sé bien situar el trayecto de Arquitectura-G, por más que su condición barcelonesa sugiera explorar raíces catalanas, y es cierto que entre las figuras que ellos y yo admiramos están Ricardo Bofill, un catalán universal que tras encarnar el espíritu del 68 supo construir conjuntos clasicistas que hibridaron Versalles con la vivienda social, y Oscar Tusquets, un arquitecto más barcelonés que catalán cuyos diseños y cuya escritura han sido más populares que sus obras. El carisma creativo de Bofill puede hallarse en el empeño experimental de cada proyecto, desde las más modestas reformas domésticas o de tiendas; y el diseño epicúreo de Tusquets se manifiesta en la aproximación festiva a los interiores o a los objetos. Así que, por último, mis problemas interpretativos del itinerario del estudio se diluyen en ese cúmulo de amores compartidos, y en la memoria solo queda la huella de la belleza.

Arquitectura G, Casa Luz en Cilleros


Etiquetas incluidas: