Este encargo residencial localizado en el límite del Regenboogbuurt o Barrio del Arcoiris, en la localidad holandesa de Almere, incluye 56 viviendas en propiedad y 28 en régimen de alquiler, situadas a la orilla de uno de los innumerables canales que atraviesan el país. El proyecto ha supuesto enfrentarse a construir en la periferia anónima, en un lugar donde hasta hace poco las variantes que se planteaban eran bien distintas: desde la construcción de altas torres a la ocupación masiva con viviendas adosadas. La opción adoptada se materializa en tres torres perpendiculares al canal y con una altura moderada, para no imponerse con demasiada contundencia en el entorno.

Colocar tres hitos en el paisaje, allí donde la ciudad se convierte en campo, como hacían tradicionalmente los molinos holandeses —o como hacen en la actualidad los cercanos postes eléctricos—, estableciendo ritmo y escala. La formalización del proyecto pretende confrontar la arquitectura con la grandeza del territorio. En un área donde los puntos de partida eran casi inexistentes, estos tres volúmenes enriquecen el genius loci enfrentándose al horizonte plano e interminable de la campiña. La base de los edificios se amplía en la zona de los dúplex de las plantas baja y primera. En las otras ocho plantas se distribuyen el resto de viviendas, pensadas para familias medias con uno o dos hijos y provistas de terrazas en los testeros, que permiten disfrutar de unas vistas excepcionales.

El intento de producir una arquitectura con personalidad frente a las construcciones carentes de ella de los alrededores determinó la elección de la chapa galvanizada roja de las fachadas como elemento más característico del proyecto, que busca así también su propia identidad. Un zócalo de bloques de hormigón gris marca el apoyo del edificio sobre el terreno. Las cubiertas, a dos aguas, singularizan el perfil de los tres volúmenes. Planta baja y coronación, diferenciadas del resto, enfatizan el carácter escultórico del conjunto...[+]